viernes, 25 de mayo de 2018

Cuidarnos, cultivarnos, culturizarnos


CUIDAR-NOS – CULTIVAR-NOS – CULTURIZAR-NOS
Joaquín Benito Vallejo






La principal función que hemos de realizar los seres vivos –humanos- es nuestro cuidado personal  y el de quienes  nos rodean.

Cuidarnos mutuamente – cuidarme yo, cuidar a los otros, cuidar que haya un entorno cuidador social, política y económicamente viable y responsable.  Que el cuidado sea un derecho humano y que se establezcan los requisitos  necesarios  para que esto se lleve a cabo bajo la protección de la ley.
El cuidado implica cultivo y cultura de uno mismo y de los demás. Cuidar-se - cultivar-se - culturizar-se - educar-se / cuidar-nos - cultivar-nos - culturizar-nos - educar-nos.

 El tacto y el contacto corporal son la base del autocuidado y del cuidado a los demás. El cuidado debería ser una de las leyes de la vida, de igual modo que lo descubrieron los animales como dice Eibl-Eibesfeld, cuidarnos, atendernos, darnos, estar, ser, con nosotros, con los demás –conectados- en nuestras necesidades, afectos, conocimientos, apetencias.

 Del cuidado deviene el cultivo que ya es cuidar para dar frutos, para crecer y engrandecerse: preparar la semilla y el ambiente, sembrar, regar, desbrozar, madurar, cosechar / estimular, estudiar, investigar, aprender, enseñar, compartir, dar, recibir, desarrollar las facultades corporales y mentales, los sentidos, los sentimientos, las emociones, el conocimiento, las facultades humanas como la colaboración, el altruismo, la empatía en interrelación con los demás. 

Y de cultivo deriva cultura que es el conjunto de aprendizajes y conocimientos acumulados por las generaciones una tras otra en la sociedad y la convivencia en común.
Estas premisas u objetivos generales requieren explicaciones previas y posteriores. Sobre lo que entendemos por cuidado. Sobre cuáles son los requisitos previos  -y los resultados- para el cuidado y del cuidado  –1º la conexión- / estar en conexión consigo mismo y con los demás / 2º  sobre las prácticas concretas que requiere el cuidado de sí mismo, de los otros y por extensión lógica y necesaria, de toda la humanidad.

En primer lugar, cada persona debe cuidar de sí mismo y organizar su vida. Es autónoma y responsable de ello. Significa esto, que nadie  puede  ni  debe hacerlo por ti. Solo la experiencia propia nos conducirá a ser nosotros mismos, no los consejos de los demás. Esto implica que yo no debo meterme en la vida de los demás ni decirles cómo debe ser. El propio ser y la vida de cada uno depende de él mismo una vez que tiene el vínculo afectivo reafirmante seguro, su compromiso y su responsabilidad consigo mismo y con los demás. Si quiere ser libre y autónomo, si no quiere depender de nadie ni ser su esclavo. Puede que la dependencia y la esclavitud le procuren algunos beneficios y comodidades, pero le acarrea un gran perjuicio: no ser él. Elegir la esclavitud y la ignorancia no es nunca una decisión consciente y autónoma, es por el contrario el resultado de la educación castradora, aquella que impide hacerse y desarrollarse como ser humano íntegro.

Los componentes de una pareja han de cuidarse mutuamente en igualdad. Ambos componentes debe cuidar de sus crías también en igualdad. Los padres cuidan a los hijos, los hijos cuidarán luego a los padres. Cuidamos de los amigos, de los familiares, de los compañeros, de los vecinos…, de los paisanos, de quienes más necesidades tienen.

El cuidado de los hijos implica el cuidado y conocimiento previo de sus padres. De haberse desarrollado ellos íntegramente. El niño necesita en principio afecto, seguridad, reconocimiento, referencias claras. Las tareas de cuidado realizadas con él deben ser hechas con afecto, atención, contacto, empatía, responsabilidad. Pero el cuidado no debe ser atosigante, ni sobreprotector, debe haber espacio y tiempo para que el niño sienta y decida desde la más tierna infancia. Para que se respeten sus deseos, inclinaciones, gustos, decisiones. Capacitarle para decidir y para que él mismo progresivamente realice sus propias tareas de auto- cuidado. Y a su tiempo vaya poniendo en marcha el desarrollo de todas sus capacidades sensoriales, motrices, perceptivas, cognitivas, etc.

El cuidado básico es el corporal y afectivo al que se van superponiendo todos los cuidados: físicos, psíquicos, sociales, educativos.  El cuerpo es lo más esencial y total que poseemos, todo está en el cuerpo y brota del cuerpo. Se expande desde el cuerpo, se proyecta desde el cuerpo.

Los cuidados corporales, la higiene, -lavarse, acicalarse, masajearse, embellecerse…-, nos conectan con nosotros mismos y nos hacen crecer, madurar  y conocernos si no se hacen de modo rutinario y mecánico. Es una  forma básica de estar en contacto consigo mismo. Habitar el propio cuerpo. Todas esas labores activan las neuronas, amplían la imagen corporal, desarrollan los movimientos básicos –el esquema corporal- nos procuran la autonomía, nos llevan a ser los gestores de nuestras acciones, a tomar las decisiones precisas, nos centran y relajan.  Cuidarse es amarse. El cuidado personal se amplía en el cuidado del hábitat, su limpieza, su embellecimiento, su idiosincrasia, habitar el espacio, hacerlo propio, investirlo, acomodarlo, hacerlo agradable, acogedor, hospitalario, cálido, amable. El hábitat es un reflejo de nuestra personalidad, una prolongación de nuestro cuerpo. Por ello es un derecho fundamental tener un espacio propio, tanto como es un derecho tener un cuerpo, donde poder estar y manifestarse libremente, satisfaciendo las necesidades básicas naturales desde la higiene, la comida, el reposo, el ocio, el estudio…

(Fouccault nos dice que el cuidado de uno mismo era en el mundo greco-romano, el modo mediante el cual la libertad individual era pensada como ética. Para conducirse bien, para practicar la libertad como era debido, era necesario ocuparse de sí, cuidar de sí, a la vez que era necesario para conocerse. La ética, en tanto que práctica reflexiva de la libertad, ha girado en torno a este imperativo fundamental: "cuida de ti mismo". Uno no puede cuidar de sí sin conocer-se. El cuidado de sí es el conocimiento de sí, pero es también el conocimiento de un cierto número de reglas de conducta o de principios que son a la vez verdades y prescripciones. El cuidado de sí supone hacer acopio de estas verdades: y es así como se ven ligadas la ética y el juego de la verdad. Es necesario que se hayan aprendido los principios de una forma tan constante que, cuando vuestros deseos, vuestros apetitos, vuestros miedos se despierten como perros que ladran, el Logos hable en vosotros como la voz del amo que con un solo grito sabe acallar a los perros. Es decir, que el cuidado conlleva el control de su propio cuerpo y sus necesidades auténticas. En nuestras sociedades, por el contrario, ocuparse de uno mismo ha sido denunciado casi espontáneamente como una forma de egoísmo o de interés individual en contradicción con el interés que es necesario prestar a los otros o con el necesario sacrificio de uno mismo. Sin embargo, para cuidar –o amar- a los otros es necesario previamente cuidarse –o amarse- a sí mismo.)
(Así era a groso modo como yo pensaba en mi juventud: cuidarse a sí mismo, acicalarse, eso sí, en demasía, era signo de narcisismo extremo, de pijería, como diríamos hoy, porque en el mundo hay demasiados problemas como para estar solo en uno mismo. Sin embargo, mi parecer hoy ha cambiado como puede verse.)
Hay una parte del cuidado que es personal, de gestión propia y autónoma, y otro cuidado que debe ser compartido y cogestionado con los otros con los que convivimos.

En otros ámbitos o a la vez, el cuidado ha de ser mutuo –yo cuido de ti, de vosotros- / tu - vosotros cuidáis de mí. Aunque hay momentos en que el cuidado es más bien de unos –los más capacitados, fuertes, vitales...- hacia otros –los más desprotegidos-.

El cuidado es esencial en las etapas más frágiles de la vida: infancia y vejez y en los momentos más vulnerables: enfermedad, pérdida, discapacidad…,

El cuidado se convierte en cultivo y cultura desde lo físico, corporal, estimulante, psíquico, espiritual, emocional, mental, expresivo, relacional, educativo, creativo…

Forma la parte más esencial de la auto-organización de la persona: cuidarse a sí mismo –y de la co-gestión con los demás: cuidar el entorno –la casa, el barrio, la ciudad, el país, el mundo- y las personas que en él convivimos. No existen límites ni fronteras, estamos todos de viaje en esta nave llamada tierra, cuyo viaje es casi eterno, -aunque nosotros nos bajemos en la próxima estación- tenemos que dejárselo cuidado para quienes se suban en la próxima, a nuestras generaciones venideras. Y este tren en el que viajamos llamado tierra, es un entorno eco-político-social donde todos tenemos los mismos derechos, personas, animales, plantas.
Y quienes tenemos los mayores deberes somos los seres humanos, porque de los seres vivos somos los únicos conscientes y los mayores depredadores. Mientras que el ecosistema se regula solo, el ser humano lo está desregulando, acabando con su forma de vida con muchos otros seres vivos.

Y es co-organizativo porque hay tareas que implican a varias personas, las correspondientes a los espacios comunes, tareas comunes, servicios comunes, la política común.

También, cuidar-nos es cultivar-nos, culturizar-nos. Transmitirnos todos los legados, conocimientos, artes, descubrimientos que las generaciones anteriores nos han ido dejando. Respetar este legado. Tener sentido de la historia, de dónde venimos y a dónde vamos. Tener metas y proyectos. Tener sentido de lo que hacemos. Movernos con sentido, responsabilidad y compromiso
.
El amor, -la necesidad de atención, cuidado, respeto…, es esencial para la formación y desarrollo del ser humano.  Mientras que su carencia rompe la unidad del ser, su posible armonía y equilibrio, su salud, porque es esencial al organismo vivo.

El cuidado entonces implica comprensión, respeto, autonomía, solidaridad, empatía, colaboración, compromiso…. El cuidado implica estar con, acompañar afectivamente re-afirmativamente.

Y por lo tanto, implica cambiar las leyes sociales y políticas donde el centro de la vida sea la persona y no el trabajo. El trabajo es hoy la excusa para no cuidarnos. Por ello hay que cambiar la sociedad. Lo que nos llevará hacia la utopía que hay que empezar a construir desde el presente para llegar al futuro.

Como todo está montado respecto a la ley del trabajo, todas son justificaciones para valorar el trabajo. Y toda la vida se orienta hacia el trabajo, su consecución y su valoración en el mercado. Así es la educación, el aprendizaje, la realización personal, la valía, el poder, la influencia. Todo queda condicionado por el trabajo. De modo que  nos esclavizamos –y nos justificamos- agarrados a  una falsa idea. Con ello, nos desrealizamos, nos frustramos, nos convertimos en malvados. No atendemos a los hijos porque hay que trabajar. No atendemos a los padres ancianos porque hay que trabajar. Vivimos para trabajar, no trabajamos para vivir. El dinero que se acumula no se disfruta porque no hay tiempo para el disfrute. O nos morimos antes de poder hacerlo. ¡Cuántas falsas justificaciones encierra el trabajo! No nos educan para estar con los demás atendiéndoles, cuidándoles, por lo tanto, el cuidado y la atención se ven luego como una pesada carga. No estamos educados para cuidar. Y por todo ello también, hay que reivindicar la Renta Básica, para poder disponer de lo básico para vivir, sin depender del trabajo alienante. Es también falso que en tal caso el hombre se hiciera un vago. Porque el ser vivo goza de estímulos para vivir por el mero hecho de ser vivo. Es una necesidad innata, instintiva, porque viene en sus genes la exploración del entorno, y el desarrollo de todas sus potencialidades. Al contrario, es la ideología capitalista –la que nos convierte en mercancía- la que castra los estímulos innatos y las capacidades inscritas en los genes.

Implica por tanto que la economía esté al servicio de las personas, que el estado prevea los fondos para que el cuidado y la cultura sean los principales objetivos, que todos tengan cubiertas sus necesidades físicas, psíquicas, sociales, relacionales, educativas, profesionales, asociativas, creativas, participativas, colaborativas. Y las motive y las impulse con todos sus medios y recursos.

Implica que nadie esté desatendido, que nadie no tenga a nadie, para cuidarle y atenderle. Que haya personas preparadas profesionalmente, afectivamente, para atender a las otras personas. Se requieren redes de atención y cuidado intergeneracional.

Considero que la principal función del ser humano es estar conectado consigo mismo  y con quienes le rodean. El hecho de  ser vivo implica estar conectado con el medio entorno que nos rodea, del cual su elemento fundamental son los demás seres vivos. No estar conectado es no sentir sus propias necesidades ni poder satisfacerlas, por tanto.

Esta doble conexión conlleva, es la premisa para, el cuidado, la atención, la comprensión, el respeto y la empatía entre otras cosas para su realización. Formarse como persona. Desarrollar todas sus potencialidades. Ser mejor. Disfrutar de la vida con los demás.


miércoles, 16 de mayo de 2018

Biología, Sociedad, Educación

“Educar-nos para la ternura –El tacto y el contacto corporal en las relaciones humanas” 
Joaquín Benito Vallejo Ed. Corona Borealis 

Biología – Sociedad – Educación




Los seres vivos -y en mayor medida los humanos- gozamos de un doble componente, la identidad biológica y la social.

Ello significa que una parte de nosotros la traemos ya al nacer inscrita en nuestros genes, mientras que otra parte se desarrolla en y mediante la interacción con la sociedad, pero sin olvidar que esta parte es posible, porque esa posibilidad viene inscrita en los genes.

Sobre todo, a medida que se avanza en la escala de la evolución de las especies, la posibilidad de mayor desarrollo social es posible. 

El componente social es menor en los seres más primitivos y mayor en los últimos escalones de la evolución.  
Hacia atrás los seres más primitivos y primarios son más instintivos que sociales, es decir, que lo que traen al nacer es más que lo que van a aprender después, lo traen ya “aprendido” como instintos o reflejos, respuestas innatas a los estímulos externos.
Mientras que hacia adelante, los seres superiores o últimos, traemos  una parte básica instintiva mientras que lo que vamos aprender es mayor, eso sí, en base a lo inscrito, posibilitado, genéticamente.

Por tanto, el ámbito social debe ser complementario del ente biológico, -no antagónico -. Ello significa que la sociedad debe complementar la parte biológica o potencial, desarrollándola adecuadamente, haciéndola real.

La parte biológica es la que portamos en nuestros genes al nacer como potenciales a realizar.
En estos potenciales hay una parte exclusiva de los seres humanos, otra parte más de nuestros ancestros animales dentro de la evolución de la vida, y otra parte más, únicamente personal, que solo corresponde a cada individuo en particular.

El potencial genético ha de desarrollarse mediante la colaboración social, en caso contrario, los potenciales genéticos pueden quedar inhibidos, deformados o incluso destruidos. 

Es por esto por lo que la sociedad es complementaria de la biología –debe serlo-. En caso contrario, la sociedad se manifiesta como un impedimento, una degeneración que en lugar de potenciar la realización del programa genético, lo inhibe, desvirtúa, manipula o destruye.
Hay que remarcar a este respecto que el ser humano, no es plenamente humano con solo nacer, sino que su plenitud la alcanzará cuando se hayan desarrollado todas las potencialidades humanas que en él están impresas.

La parte biológica y genética corresponde a la semilla en sí misma en la que están inscritas los potenciales –el árbol, por ejemplo- en que puede convertirse.  Mientras que lo social correspondería a su cultivo –de ahí procede la palabra cultura, el legado dejado por nuestros antepasados-, que forma parte del aspecto social. 
Lo biológico necesita un ambiente adecuado así como determinadas condiciones para que se desarrolle, en caso contrario lo genético –lo potencial- no llega a hacerse realidad, fenece. 
Si la semilla no se introduce en la tierra adecuada, no se la riega y no se le proporciona los recursos necesarios para que crezca y se convierta en el árbol que está inscrito en su interior, no será nunca nada.

Este es el símil o metáfora de la interacción entre lo biológico y lo social aplicable al ser humano.
Si al niño, no se le educa para que desarrolle todas sus capacidades innatas y potencialidades humanas, no llegará a convertirse en un ser humano íntegro.
Así pues, el ser humano necesita a los demás seres que configuran el medio social, para desarrollar todos sus potenciales inscritos en sus genes, tanto como perteneciente a la especie humana como lo que le corresponderá a su individualidad y personalidad propia.

La biología y la sociedad forman una unidad común en la que una parte interfiere en la otra.
De igual forma, los individuos y la sociedad forman también una unidad común con interferencias mutuas.
De modo similar a como la genética y la sociedad forman una unidad en la que una hace a la otra y viceversa, la sociedad está formada por individuos a la vez que los individuos están formados por la sociedad.  
Ambos son causa y efecto mutuamente unos de otros. Son los individuos los que hacen a la sociedad, y es la sociedad la que a su tiempo forma a los individuos. Y vuelven a ser los individuos los que conforman y transforman la sociedad en un bucle continuo.

 Toda sociedad tiende a transmitir e inculcar sus normas, sus costumbres, sus tradiciones, su forma de ser y de pensar, sus mitos, sus creencias, su ideología, etc., para así, reproducirse y mantenerse ella misma viva, como un organismo vivo.

Lo transmiten también los individuos aislados y lo hacen a través de las instituciones construidas por ellos, y por los medios y recursos de que disponen.

Así, la sociedad tiende a anclarse, -puede-,  no evolucionar o cambiar un poco según le convenga o incluso retroceder, porque quienes detentan el poder y que han construido las instituciones, les interesa que así sea en cada momento porque han adquirido una serie de  privilegios que no quieren perder, entonces según vean,  son más restrictivos o más permisivos sin que esto último implique la pérdida de sus privilegios.

Históricamente, la sociedad ha ido siendo dominada por unos pocos que son quienes detentan el poder y las instituciones que han puesto a su propio servicio, dejando a las mayorías, las condiciones mínimas de subsistencia para vivir y para que no protesten ni produzcan altercados.

Una de las instituciones que más cumplen el papel de mantenimiento y control de la sociedad es la educación. 

Aunque hay otros medios más de suma importancia como los medios de comunicación, ya que no solo educa la escuela o la familia, sino todo el entorno social.

En generalal ponerse al servicio de quienes detentan el poder,  la educación deja de ser lo que debería ser: potenciar el desarrollo de las capacidades humanas –el potencial biológico y genético- de cada individuo, para convertirse en domesticación: enseñar  a  los individuos a desempeñar  el papel que interesa a quienes mandan, reprimiendo el desarrollo de sus instintos y capacidades innatas y restringiendo en general  las potencialidades que no les interesa,  para lo cual necesitan reprimir, castigar y también imponer otras formas de ser.

Es simbólicamente similar a la castración que se ejerce con los animales para amansarlos y convertirles en utensilios de trabajo.
Y al no desarrollar sus potencialidades, al ser reprimidas, se forman constituciones neuróticas, defensivas y deshumanizadas. El riesgo es alto para todos, pero no para el trabajo alienado, institucionalizado y para el empresariado que se beneficia de él, parece ser. 
La sociedad se convierte así en una cadena de transmisión de las ideas dominantes a la vez que en una degenerada fábrica de enfermos y psicópatas al impedir la satisfacción de sus necesidades vitales.
Los riesgos son muchos a niveles psicológicos y en cuanto a realización personal. Convierten a los seres humanos en autómatas, incultos, ignorantes, sin intereses ni ilusiones, autoritarios, fascistas, neuróticos, psicóticos, con enfermedades psicosomáticas diversas: estrés, narcisismo, idolatría, desrealización, frustración. Y lógicamente, después forman hijos y sociedades enfermas, similares a ellos. 

Con ello imponen sus normas de vida y por ello mismo cada vez han ido apartándose más de posibilitar el desarrollo del potencial biológico de los seres humanos y han aprendido a impedir desarrollar sus potenciales reprimiéndoles, manejándoles y manipulándoles.

Han de restringir y limitar el desarrollo de todas las capacidades del individuo y domesticar a los ciudadanos para que acepten y reproduzcan el sistema establecido.


De esta manera la sociedad se convierte en antagónica de la biología. En lugar de cultivar y engrandecer sus potencialidades, las inhibe, manipula, o coarta.

No todas, lo cual sería imposible, sino solo aquellas facultades que molestan a los poderosos de la sociedad, para mantener sus privilegios.  Esto es el auténtico terrorismo, convertir a los seres humanos en peleles, vaciar sus mentes, sus consciencias, su humanidad plena para reducirles a utensilios de trabajo. 



A pesar de todo,  nunca la sociedad  consigue mantenerse igual. Progresivamente va teniendo transformaciones forzadas por los individuos que también construyen sus instancias alternativas porque no están de acuerdo con las normas dadas y establecidas.

AMOR: en busca de su definición.


AMOR: en busca de su definición.
Joaquín Benito Vallejo


Amar al otro no es querer al otro para mí.  
Amar al otro es quererle para sí mismo, para él.
Para que él, el otro, se potencie como ser.
Como ser distinto a mí, con sus propias características, 
particularidades y distinciones, ajenas a las mías.
Amar al otro, es posibilitarle ser él mismo, distinto a mí, 
con  necesidades distintas a las mías.

Querer es ante todo un acto de volición, un acto de voluntad

 propio. 

No es un instinto, ni un capricho, ni un gusto, 

ni una necesidad, ni una pasión arrebatadora. 

Querer es un acto de voluntad, de consciencia, 

de decisión, de madurez, de racionalidad.


-En latín, el verbo “volo” significa querer, y de ahí deriva 

la palabra voluntad.-


La voluntad es una potencialidad humana al nacer, que la educación, 

el desarrollo y la madurez han de convertir en una realidad.


Es querer y poder hacer.

Una potencia que ha de ser cultivada permanentemente 

para que se manifieste como una realidad.


Si querer puede significar desear y más allá, poseer, 
por el contrario, amar no puede ser concebido de tal manera.

Amar no puede ser en ningún caso, apropiarse del otro
ni hacer del otro lo que yo quiero, 
sino darse al otro, darse a él, para posibilitarle ser, 
no querer al otro para mí mismo, no poseerlo.
Si yo quiero al otro no puede ser en el sentido de desearlo 
ni de poseerlo.

El único significado válido sería querer al otro, 
en el sentido de desear que sea él mismo, 
que se tenga a sí mismo, que se haga a sí mismo.
  
Que sea independiente y libre, distinto a mí, 
según el desarrollo de sus potencialidades.

Y como consecuencia ayudarle a ser, a tenerse, a desarrollarse.  

Estar a su disposición en este sentido es darse a él.

Y en este sentido, querer al otro o desearlo, 
es querer o desear que esté conmigo por su compañía y por su ser.  
Pero sin obligarlo, ni poseerlo.

(Muchas personas –madres- pueden estar de acuerdo
 teóricamente con esto, pero ¿qué hacen en la práctica? 
¿Potencian de verdad en sus hijos, la realización libre de sus potencialidades, sin ejercer la posesión?)

Amar no es buscar en el otro lo que nos falta a nosotros mismos, 
no es pedir ni rogar, es dar. 

Amor es dar-se, proteger, cuidar, respetar, es estar dispuesto,
disponible, involucrarse, comprometerse en el desarrollo 
y la libertad del otro, reafirmar al otro como Ser, 
como dice la haptonomía.

El amor implica en 1º lugar el reconocimiento del otro como ser
único, intransferible, independiente, libre.

Que no lo puedo usar para mi propio antojo, 
que no lo puedo utilizar para mi conveniencia.
Que no puedo hacer de él lo que yo quiera.
Que no puedo hacerle a mi imagen y semejanza.
Que no puedo hacer de él un clon o una fotocopia mía.
Que no puedo querer que sea mi sueño, mi ilusión, mi juguete, 
lo que yo deseé para mí, o lo que yo no pude ser.
Que no puede ser lo que está en mi cabeza.

Por lo tanto, que no utilizo el chantaje con él, ni la seducción, 
ni la manipulación, ni el engaño, ni la mentira, 
con la excusa de que es en su propio bien, 
sea un hijo, un padre, un amigo, un amante u otra persona cualquiera.

El amor se basa en concebir al otro como un sujeto libre e
independiente, no como un objeto o cosa a mi servicio, 
en cualquier caso, general o particular.

El amor no se refiere a que los demás estén a nuestro servicio 
y nuestro propio beneficio, sino al contrario, 
amar es ponerse al servicio de los demás.

Ello entonces implica una serie de deberes y obligaciones 
más que de derechos.
Estos –los derechos- deben estar en correlación con los deberes.
En realidad, conlleva un cuidado y un respeto mutuo.
Y este cuidado y respeto, implica acciones para que se cumpla,
acciones como son la responsabilidad y el compromiso permanentes.

El amor debe ser dirigido más concretamente a las personas que más lo 
necesitan; niños, ancianos, enfermos, discapacitados, personas con 
necesidades especiales, moribundos, etc.
A los hijos, familiares, amigos o personas en general,  
profesores, alumnos, pacientes…

De manera especial y preponderante se refiere a las relaciones de padres
 a hijos pequeños, de parejas entre sí, de hijos a padres mayores, 
de médicos a pacientes, de profesores a alumnos, 
hacia enfermos, moribundos, y personas con necesidades especiales.

Y, por lo tanto, debe dedicarse también a inmigrantes, 
desplazados por guerras o hambres.
El amor no reconoce fronteras, ni patrias, ni razas.

Debe dedicarse también a personas que sufren injusticias, acosos, 
tratas, esclavismos, violaciones y los mil modos existentes y camuflados
de manipulación y de explotación de mujeres, niños, trabajadores, 
olvidados de la tierra.

La concepción del amor no se dirige a la posesión  de una o unas
 personas determinadas  sino a su respeto, su protección y su cuidado.
  
El amor a los otros, su cuidado y protección con respeto, 
responsabilidad y compromiso se basa en el amor a la vida y 
a la naturaleza, y conlleva el amor a toda la humanidad, 
-como nos dice E. Fromm- incluso de las especies animales 
y vegetales, el respeto y cuidado de la naturaleza o medio ambiente que
 nos ha dado la vida y del que formamos parte.

El respeto y cuidado de todo lo que nos rodea y que forma parte 
de nuestro medio de interrelación entre unos y otros.

Podemos definir el amor como una unión, vínculo, ligazón o afecto, de unos con otros, de origen innato a la vez que cultivado, necesario en primer lugar para crecer y llegar a ser humanos y en general, para vivir y desarrollarnos mejor, sanos, felices, íntegros, independientes.

Esta predefinición nos lleva e implica estar disponibles para los demás, ser responsables, comprometidos unos con otros.

Dicha exposición si se considera cierta, nos confiere unos “derechos” que implican a su vez otros “deberes” los cuales están entrelazados y entretejidos unos con otros.

El amor implica como derecho incontestable fundamental del ser humano: el derecho a su reconocimiento, por la consolidación racional de su existencia y por la confirmación afectiva de su ser desde la concepción, nos dice la haptonomía. 

Las cuestiones de la felicidad humana, de la tolerancia de las diferencias, y de la facultad de desarrollar plenamente la matriz de su ser con todo su potencial creativo, de las condiciones de la responsabilidad y del placer en los encuentros interhumanos se sitúan en el centro del amor verdadero, y de las preocupaciones de la haptonomía,

Esa unión o vínculo llamado amor, establece un estado interno de seguridad de base, vital para el ser,  a través de contactos de proximidad tranquilizadora y de confirmación afectiva, que con el trato afectuoso reafirma al otro en su ser” nos vuelve a decir la Haptonomía.

Esta seguridad de base mediante el contacto y la proximidad puede verse claramente en el niño, pero también en el anciano, o en el enfermo de una cierta gravedad y en el moribundo, en la persona desprotegida, frágil o débil. Es la seguridad y el cuidado del que habla la teoría del apego y que puede observarse también en los animales –no solo mamíferos, sino aves también- manifestándose en que las crías se mantienen cerca de los padres, como una necesidad de protección innata, y se cobijan en ellos cuando lo necesitan.

Adquirir una seguridad de base invita y lleva a la autonomía, la comunicación y la confianza. 

El desarrollo afectivo es por esta relación confirmante, fundamental y determinante para llegar a ser una persona autónoma.

sábado, 5 de mayo de 2018

LA ASERTIVIDAD


La asertividad para gente extraordinaria - 
Eva Bach y Anna Forés - 
Plataforma editorial Barcelona
Rcopilado por Joaquín Benito Vallejo


LA ASERTIVIDAD

La asertividad es como una flor: 
requiere cuidados y atenciones especiales; 
emana belleza y delicadeza pero tiene algunas espinas; 
requiere cultivarse, aprender unas técnicas y el desarrollo de un arte personal; 

LA ASERTIVIDAD Es para gente extraordinaria: 
Personas que estén dispuestas a aprender y crecer a lo largo de toda la vida; Personas que quieren hacer el bien;  
que son humildes; 
que asumen que se equivocan; 
que no ponen toda la responsabilidad de lo que les ocurre en los otros; 
que reconocen sus propias dificultades; 
que están dispuestas a poner algo de su parte para aumentar su propio bienestar y el de quienes le rodean;  
que se miran a sí mismas y admiten sus propias limitaciones; 
que quieren ser felices, se alegran de que los otros lo sean y contribuyen a ello en la medida de sus posibilidades;  
Que creen en la fuerza de las relaciones interpersonales, que quieran unir sus manos a otras manos para sembrar, recoger y compartir.

Es para quien tiene presente que vive y convive con otros y quiere cultivar lo exquisito. Tiene que ver con la necesidad de cuidarnos y protegernos unos a otros, generar confianza y proximidad. Contribuir al bien común a partir de la mejora propia. Actitud muy necesaria para el buen funcionamiento de las relaciones.

Implica generosidad, empatía y consideración al otro. 
Escuchar, conocer y considerar los sentimientos que los otros desencadenan en nosotros y los que nosotros desencadenamos en ellos.

Es un recurso para comunicar de un modo respetuoso lo que yo siento y acoger con el mismo respeto lo que sienten los otros.  Aprender  a contener y canalizar adecuadamente determinadas emociones. 

Solo tiene algo extraordinario cuando la acompañamos de un sentimiento profundamente ético y estético de la vida y de las relaciones. Lo más difícil no es su aprendizaje ni su práctica, sino la comprensión profunda de la delicadeza, la nobleza de corazón, la honestidad, la humildad, la responsabilidad, la voluntad de mejora y la consideración hacia los otros que en el fondo implica.

La asertividad es un medio y un recurso para un encuentro más respetuoso, honesto y humano. Favorecer el placer de comunicarnos, el reconocimiento mutuo, el afecto en las relaciones, la asunción de la propia responsabilidad.

No sirve para afirmarse uno mismo, contraviniendo los derechos del otro, encaminándose al cultivo del propio ego y al sometimiento del otro. No vale orientarla para fines exclusivamente personales y utilizarla para salirnos con la nuestra. 

Aplicándola como una mera técnica es un triste baile a solas. De ese modo no contempla la empatía ni la escucha ni sintoniza con lo que requiere la relación. Tiene que sustentarse en un sentimiento auténtico de empatía y de unos valores.

Asertividad – empatía – resiliencia – serendipidad, ...   
Son habilidades para la vida las relaciones interpersonales. 

Resiliencia y serendipidad tienen que ver con la capacidad del ser humano de crecer, madurar y transformarse con las dificultades, extrayendo algo positivo de lo desfavorable y negativo. 

Empatía y asertividad se relacionan con una idea tan buena, poderosa y llena de sentido como el descubrimiento de que no hay magia mayor que lo que suscita en nuestras vidas unas relaciones de calidad.

CONCEPTOS
Empatía = capacidad de percibir, sintonizar, comprender las emociones y sentimientos de los demás.
Asertividad = competencia para expresarnos de un modo honesto, claro y respetuoso, para abrir nuestros corazones y establecer relaciones más sanas, cálidas y próximas.
Resiliencia = capacidad que tenemos para afrontar las adversidades y salir airosos y transformados positivamente.
Serendipidad = Hace referencia a los descubrimientos imprevistos. Es el don de la sagacidad, la sabiduría de convertir un hecho inesperado o adverso en buena suerte. Dar respuesta a la pregunta: ¿Qué hay de bueno en todo esto?


La felicidad depende en cierta medida de los vínculos afectivos que establecemos con los otros. 
Las características principales de las personas consideradas felices 
es que gozan de una buena red de relaciones estables.

Esto tiene una base neurocientífica. Las interacciones sociales afectuosas, cordiales y positivas estimulan la secreción de oxitocina -hormona del amor- y se convierten en fuente de salud y bienestar. Las buenas relaciones se convierten en aliados biológicos. (Goleman)

La felicidad es el prólogo de la vida significativa: emplear las fuerzas y virtudes apropiadas al servicio de algo que trasciende nuestra persona. (Seligman)

La asertividad es una de las claves de las relaciones armoniosas y las relaciones armoniosas son una de las claves de la felicidad.

Nuestra felicidad depende de la calidad de nuestras relaciones y la calidad de nuestras relaciones dependen del grado de asertividad, afecto y empatía que seamos capaces de desarrollar.

La asertividad exige y presupone respeto hacia uno mismo y hacia los otros. Respeto significa consideración. (Terricabras)


La asertividad es el arte de la exquisitez interpersonal. 
Como todo arte requiere un cierto conocimiento de unas técnicas y el desarrollo de un estilo propio. Y lo más importante, el deseo de ser asertivo, la firme voluntad de aprender a expresarse asertivamente, de una manera delicada y considerada.

La asertividad es un derecho: -todos debemos ser bien tratados-, y a la vez es un deber: -todos tenemos que tratar bien a los demás-.

A veces, la asertividad es un eufemismo que utilizamos para suavizar cosas gordas que pensamos de los otros. En este uso hay implícita una trampa. Si lo utilizamos para endulzar algo amargo quiere decir que previamente hemos hecho un dictamen y juicio sobre el otro y lo único que pretendemos es disimularlo.

Lazarus, concreta la conducta asertiva en cuatro habilidades sociales:
·       Capacidad de decir que no.
·       Capacidad de pedir favores y hacer peticiones.
·       Capacidad de expresar sentimientos positivos y negativos.
·       Capacidad de iniciar, mantener y cerrar conversaciones.

Se necesita para dar las gracias, para pedir disculpas, para presentarse uno mismo, hacer una pregunta, efectuar o aceptar una crítica, dar o aceptar un elogio, negociar, etc.

La asertividad es algo más que una suma de conductas. Está compuesta de muchos lenguajes, verbales y no verbales basados en la sinceridad, no en el enmascaramiento para manipular y dominar al otro. Requiere la humildad de ver a los demás como iguales. Lo primero es el respeto por el otro y por mí.

Todo ser humano tiene ciertos derechos. Y también implica otra serie de deberes.


La asertividad no es una conducta o estado temporal, sino una cualidad permanente de la persona.

Tiene que ver más con el SER que con el ESTAR.

Como diría Erich Fromm, este SER implica entre otras cosas:
  
·       Sentir la alegría que causa dar y compartir en lugar de acumular y explotar.
·       Hacer del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo, la meta suprema de la vida.
·       Saber que para alcanzar esta meta, es necesaria la disciplina y respetar la realidad.



La asertividad es una herramienta que te ayuda a SER tú mismo, a no tener miedo ni vergüenza de tus propias convicciones, a defenderlas con entusiasmo sin menospreciar ni mostrarte agresivo con quienes no las comparten.

Se basa en la autoestima, se apoya en el respeto a las propias convicciones sin pretender imponerlas a los demás.

Su práctica aumenta la confianza en ti mismo y la soltura con la que puedes hacer frente a cualquier situación.  (Eric Schuler)

La asertividad es tener la humildad y el coraje de SER y al mismo tiempo de DEJAR SER.


Nadie puede ser asertivo cien por cien.
¿Quién en algún momento no ha hablado de más?
¿Quién en alguna ocasión no ha levantado la voz más de la cuenta?
¿Quién no ha invadido el espacio del otro?
¿Quién alguna vez no ha callado cuando convenía hablar?

Ya sea por temor, inseguridad, prudencia, falta de habilidad… no siempre decimos lo que tenemos que decir, ni callamos lo que tenemos que callar.

Se distinguen tres estilos: asertivo, pasivo, agresivo. Y también el pasivo – agresivo que tiene al menos dos lecturas: el de la agresividad encubierta, o el de la pasividad que va acumulando tensiones y cuando llega al límite, estalla y acaba en agresividad. Puede haber otro estilo: no asertivo.

 La asertividad es un punto medio equidistante entre la pasividad y la agresividad. Nadie se sitúa nunca en el punto justo de equilibrio. Hay cierta oscilación hacia uno y otro extremo, dependiendo de la personalidad, de las circunstancias o del contexto. 
De lo que se trata es de no ser siempre pasivo o agresivo en extremo. Incluso la asertividad es desaconsejable por sistema. Hay que ser primordialmente asertivo, pero en algunas circunstancias no es recomendable, porque puede poner en evidencia las limitaciones o la incompetencia social de otras personas.

Plantearse el hecho de si debemos hablar o callarnos ante una situación conflictiva, ya conlleva cierto grado de asertividad
Si se habla puede resultar agresivo, por el contrario, si se opta por disimular, pasivo. Pero se puede decir algo consumo tacto y respeto: asertivo. Ningún concepto puede ser tomado de una manera rígida. 
Depende de cómo se hable puede no ser agresivo y a veces la pasividad es lo más inteligente. Tampoco se puede ir por la vida aleccionando a los demás, causa un gran desgaste, nos puede meter en líos y a veces tampoco nos corresponde.

Ninguna expresión es claramente agresiva, pasiva o asertiva. Depende de sus intenciones y efectos. Una conducta asertiva -o pasiva- pueden ser interpretadas como agresivas. Etc. La misma conducta puede tener diversas interpretaciones según la persona y el contexto. Depende de la adecuada combinación de diversos factores como son las emociones y los sentimientos. El veneno no está tanto en las palabras, como en el sentimiento, que se expresa por el tono, la intención, el gesto y otros elementos.

El silencio puede ser también asertivo, pasivo o agresivo.  
Podemos callar para no dañar, para no meter la pata, para darnos tiempo, para dejar espacio al otro. En todos estos casos el silencio tiene un fondo asertivo.
Pero también, podemos callar por no creernos con derecho a hablar, por miedo, por sometimiento, por sentirnos inferiores. En estos casos el silencio obedece a una actitud pasiva.
Y también, podemos callar para castigar al otro, para confundirle, incomodarle, vengarnos, manipularlo, tener poder sobre él. Aquí, es un silencio agresivo.
Los significados del silencio a veces son evidentes y otras veces no. Cuando no lo son podemos llevarnos a confusión. Explicar su significado es una buena manera de evitar malentendidos. Cuando tenemos que interpretar algo sin tener los datos suficientes, nos podemos montar una película particular llena de carga emocional que es difícil cambiar después.


Cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que el silencio. 
Pero cuando tu silencio pueda confundir o molestar, debes hablar.

Lo asertivo, lo pasivo y lo agresivo se confunden a veces. Hacer un juicio de valor gratuito, no solo tergiversa, sino que sitúa en un plano de superioridad.
Hay una frontera que hemos de aprender a distinguir. Una cosa es sentirnos mal y otra perder los estribos y atacar al otro. Distinguir lo que pertenece al sentimiento y lo que entra en el terreno de la acción. Toda emoción esta permitida, toda conducta no. También, a menudo lo que nos enoja es causa de nuestra interpretación. Hay que distinguir entonces que lo que dice el otro no es lo que yo entiendo. La asertividad consiste en ser capaz de discernir ambos aspectos. 
Cuando uno entra al trapo puede no ser por maldad, sino por torpeza o incompetencia.

La ira hay que poder expresarla, pero hay que lograr reconducirla hacia el amor. Aunque resulte paradójico, la asertividad resulta útil entre otras cosas para aprender a enfadarnos “amorosamente”. 
El verdadero arte de las emociones consiste en aprender a conjugar y armonizar sentimientos contradictorios. 
La apuesta sincera por la asertividad revierte en nuestra competencia emocional y amplía nuestra madurez. Nos lleva a desarrollar estrategias para esquivar el secuestro emocional. A ser capaces de ver en las respuestas desafortunadas del otro y las nuestras, las limitaciones que todos tenemos en lugar de ver por sistema una provocación o una ofensa. A identificar más claramente de donde surgen nuestras emociones y a ser más libres frente a ellas.

Nuestras generaciones tienen una gran tarea que resolver: Utilizar un nuevo nivel de percepción introspectiva y dominio de uno mismo para romper la cadena de violencia personal, familiar y cultural, tanto a nivel mental, como de palabra y de cuerpo. No podemos traer la paz que necesita el mundo y las nuevas generaciones, si no nos liberamos a nosotros mismos de la esclavitud a la que nos somete nuestra ira heredada y la violencia. (Robert A. F. Thurman)

Es necesario romper la cadena de resentimiento, de rabia y dolor acumulados a lo largo de generaciones, heredado de nuestros grupos de origen: familia, nación cultura…, a las que pertenecemos. 
Provienen de situaciones emocionales traumáticas de nuestro pasado individual, familiar o colectivo, que quedaron sin resolver y que nos siguen influyendo de un modo latente o inconsciente, porque la verdadera trama del problema permanece oculta.



Podemos ser muy tolerantes, prudentes y amables, pero también debemos atender a nuestra dignidad para saber cómo una situación nos puede afectar. La clave está en ver si nos sentimos libres realizándola. Si hemos sido coaccionados, o temer ser despedidos del trabajo, por ejemplo, o perder otra cosa, entonces podemos acceder a una exigencia a costa de la libertad y de la dignidad personal. Una de las premisas de la asertividad es la libertad, tanto de pensamiento como de acción. Cuando nos sentimos libres y a la vez dignos, se incrementa nuestra satisfacción.

La asertividad no es posible sin el otro. ¿Pero qué sucede cuando yo y los otros tenemos diferente grado de asertividad?

1.    Si nos juntamos 2 personas agresivas. Somos como dos gallos de pelea. Ambos queremos tener razón. Lucha entre egos: cada uno pretende ser el más fuerte, el que mas sabe, el que tiene el poder, etc., sin importarle el otro. Es difícil la solución.

2.    Si yo soy asertivo y el otro agresivo. Tengamos calma e intentemos dialogar. Hemos de invitarle a ver las cosas de otra manera y quizá también a que cambie su actitud.

3.    Si yo soy pasivo y el otro agresivo. Tenemos que trabajar para desarmar a la persona agresiva a partir del ingenio y esquivando o dejando pasar sus ataques.

4.    Si yo soy agresivo y asertivo el otro. Es necesario un acto de humildad por mi parte. Reconocer nuestra falta de asertividad nos hará sensibles y mejorar la convivencia.

5.    Cuando ambos somos asertivos. Nos vamos a respetar y entender mutuamente.

6.    Si soy una persona pasiva ante una asertiva. Quizá tenga interés por aprender y confiar en que la otra persona me va a ayudar y favorecer mi asertividad.

7.    Si soy agresivo y el otro pasivo. Mi gran YO está servido. No se puede ir por la vida mirándose el ombligo, sin ver a nadie más, y manipulado o sometiendo al otro. Hay que ceder el protagonismo y dar un lugar al otro. El otro, por ser pasivo no tiene que ser despreciado, infravalorado, o atropellado con frases o entonaciones despóticas.

8.    Si soy asertivo y el otro pasivo. Le puedo regalar una caricia de reconocimiento y autoestima, para que pueda seguir creciendo.

9.    Si somos ambos pasivos. Uno por el otro, por no ofender, por temor, pierdan muchas oportunidades de crecimiento y comunicación.  Alguien deberá decidirse a dar el paso.


Corderos y lobos

Seguro que hemos conocido a alguna persona con apariencia “feroz”, pero por debajo hay una persona tierna y amable. Y al contrario, conoceremos también a una persona con apariencia tierna y amable que puede tener tendencias perversas.

Hemos crecido etiquetando el mundo entre buenos y malos, pero después vamos encontrando matices: los lobos pueden ser animales cariñosos; Caperucita no es tan inocente ni la bruja tan malvada; los piratas pueden ser honrados.

Deberíamos observar bien a las persona y evitar prejuicios de categorización. Cuando dividimos el mundo en dos, solemos hacer una distinción entre nosotros -los corderos- poseedores de inteligencia, bondad, integridad moral, etc., y los otros -los lobos- encarnadores de la maldad, la hipocresía, la estupidez, la falsedad.

Lo más grave no son los estereotipos, sino los sentimientos que los acompañan. Cuando cambian las emociones cambian las conductas. La clave para cambiar las emociones es conectar consigo mismo y acercarse al otro abriendo los corazones.
El reto al que nos enfrentamos es: aumentar el círculo del “nosotros” a la vez que disminuimos el del “ellos”.

¿Somos lobos con piel de corderos? Encontramos peros a cualquier cosa; nunca estamos satisfechos del todo; vemos más lo negativo que lo positivo; somos incapaces de felicitar sin soltar a continuación una crítica; regalamos consejos sin que nadie nos los pida….

Aunque seamos aparentemente agresivos, no buscamos dañar al otro, sino, simplemente reafirmarnos nosotros. Al aleccionar o rebajar al otro tapamos nuestras frustraciones e inseguridades y nos crecemos un poco. Nuestras críticas a los demás no son más que pequemos apaños o consuelos para nuestra propia autoestima. El problema es cuando se conecta con una herida o carencia del otro, o con una baja autoestima. Entonces puede vivirse como una autentico ofensa o agresión y ver a los otros como auténticos depredadores.

Ante críticas que no corresponden, está bien no prestarles demasiada atención. No se puede ir por la vida aleccionando a todos. Resulta inoportuno, es agresivo y no sirve para nada.

Dar consejos es desaconsejable. Para que sean bien recibidos han de ser dados por la persona idónea. Que tiene autoridad, credibilidad y permiso para ello, para darlos en el momento oportuno, cuando se está receptivo, cuando se pide o se necesita abiertamente.
No dar consejos es asertivo, supone que somos capaces de aceptar lo que no nos gusta y que renunciamos a tenerlo todo bajo control.





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