CUIDAR-NOS – CULTIVAR-NOS –
CULTURIZAR-NOS
Joaquín Benito Vallejo
La principal
función que hemos de realizar los seres vivos –humanos- es nuestro cuidado
personal y el de quienes nos rodean.
Cuidarnos
mutuamente – cuidarme yo, cuidar a los otros, cuidar que haya un entorno
cuidador social, política y económicamente viable y responsable. Que el cuidado sea un derecho humano y que se
establezcan los requisitos
necesarios para que esto se lleve
a cabo bajo la protección de la ley.
El
cuidado implica cultivo y cultura de uno mismo y de los demás. Cuidar-se -
cultivar-se - culturizar-se - educar-se / cuidar-nos - cultivar-nos - culturizar-nos
- educar-nos.
El tacto y el contacto corporal son la
base del autocuidado y del cuidado a los demás. El cuidado debería ser una de
las leyes de la vida, de igual modo que lo descubrieron los animales como dice Eibl-Eibesfeld, cuidarnos,
atendernos, darnos, estar, ser, con nosotros, con los demás –conectados- en
nuestras necesidades, afectos, conocimientos, apetencias.
Del cuidado deviene el cultivo que ya
es cuidar para dar frutos, para crecer y engrandecerse: preparar la semilla y
el ambiente, sembrar, regar, desbrozar, madurar, cosechar / estimular, estudiar,
investigar, aprender, enseñar, compartir, dar, recibir, desarrollar las
facultades corporales y mentales, los sentidos, los sentimientos, las
emociones, el conocimiento, las facultades humanas como la colaboración, el
altruismo, la empatía en interrelación con los demás.
Y de cultivo deriva cultura que es el conjunto de aprendizajes y
conocimientos acumulados por las generaciones una tras otra en la sociedad y la
convivencia en común.
Estas premisas u objetivos generales requieren explicaciones
previas y posteriores. Sobre lo que
entendemos por cuidado. Sobre cuáles son los requisitos previos -y los resultados- para el cuidado y del
cuidado –1º la conexión- / estar en conexión consigo mismo y con los demás / 2º sobre las prácticas
concretas que requiere el cuidado de sí mismo, de los otros y por extensión lógica y necesaria, de toda la humanidad.
En primer
lugar, cada persona debe cuidar de sí mismo y organizar su vida. Es autónoma y
responsable de ello. Significa esto, que nadie
puede ni debe hacerlo por ti. Solo la experiencia
propia nos conducirá a ser nosotros mismos, no los consejos de los demás. Esto
implica que yo no debo meterme en la vida de los demás ni decirles cómo debe
ser. El propio ser y la vida de cada uno depende de él mismo una vez que tiene
el vínculo afectivo reafirmante seguro, su compromiso y su responsabilidad
consigo mismo y con los demás. Si quiere ser libre y autónomo, si no quiere
depender de nadie ni ser su esclavo. Puede que la dependencia y la esclavitud le
procuren algunos beneficios y comodidades, pero le acarrea un gran perjuicio:
no ser él. Elegir la esclavitud y la ignorancia no es nunca una decisión
consciente y autónoma, es por el contrario el resultado de la educación castradora,
aquella que impide hacerse y desarrollarse como ser humano íntegro.
Los
componentes de una pareja han de cuidarse mutuamente en igualdad. Ambos
componentes debe cuidar de sus crías también en igualdad. Los padres cuidan a
los hijos, los hijos cuidarán luego a los padres. Cuidamos de los amigos, de
los familiares, de los compañeros, de los vecinos…, de los paisanos, de quienes
más necesidades tienen.
El cuidado
de los hijos implica el cuidado y conocimiento previo de sus padres. De haberse
desarrollado ellos íntegramente. El niño necesita en principio afecto, seguridad,
reconocimiento, referencias claras. Las tareas de cuidado realizadas con él
deben ser hechas con afecto, atención, contacto, empatía, responsabilidad. Pero
el cuidado no debe ser atosigante, ni sobreprotector, debe haber espacio y
tiempo para que el niño sienta y decida desde la más tierna infancia. Para que
se respeten sus deseos, inclinaciones, gustos, decisiones. Capacitarle para
decidir y para que él mismo progresivamente realice sus propias tareas de auto-
cuidado. Y a su tiempo vaya poniendo en marcha el desarrollo de todas sus capacidades
sensoriales, motrices, perceptivas, cognitivas, etc.
El cuidado
básico es el corporal y afectivo al que se van superponiendo todos los cuidados:
físicos, psíquicos, sociales, educativos. El cuerpo es lo más esencial y total que
poseemos, todo está en el cuerpo y brota del cuerpo. Se expande desde el
cuerpo, se proyecta desde el cuerpo.
Los cuidados
corporales, la higiene, -lavarse, acicalarse, masajearse, embellecerse…-, nos conectan
con nosotros mismos y nos hacen crecer, madurar y conocernos si no se hacen de modo rutinario
y mecánico. Es una forma básica de estar
en contacto consigo mismo. Habitar el propio cuerpo. Todas esas labores activan
las neuronas, amplían la imagen corporal, desarrollan los movimientos básicos –el
esquema corporal- nos procuran la autonomía, nos llevan a ser los gestores de
nuestras acciones, a tomar las decisiones precisas, nos centran y relajan. Cuidarse es amarse. El cuidado personal se
amplía en el cuidado del hábitat, su
limpieza, su embellecimiento, su idiosincrasia, habitar el espacio, hacerlo
propio, investirlo, acomodarlo, hacerlo agradable, acogedor, hospitalario,
cálido, amable. El hábitat es un reflejo de nuestra personalidad, una
prolongación de nuestro cuerpo. Por ello es un derecho fundamental tener un
espacio propio, tanto como es un derecho tener un cuerpo, donde poder estar y
manifestarse libremente, satisfaciendo las necesidades básicas naturales desde
la higiene, la comida, el reposo, el ocio, el estudio…
(Fouccault nos dice que el cuidado de uno mismo era en el mundo greco-romano, el modo
mediante el cual la libertad individual era pensada como ética. Para conducirse
bien, para practicar la libertad como era debido, era necesario ocuparse de sí,
cuidar de sí, a la vez que era necesario para conocerse. La ética, en tanto que práctica reflexiva
de la libertad, ha girado en torno a este imperativo fundamental: "cuida
de ti mismo". Uno no puede cuidar de sí sin conocer-se. El cuidado de sí
es el conocimiento de sí, pero es también el conocimiento de un cierto número de reglas de conducta o de principios
que son a la vez verdades y prescripciones. El cuidado de sí supone hacer
acopio de estas verdades: y es así como se ven ligadas la ética y el juego de
la verdad. Es necesario que se hayan aprendido los principios de una forma
tan constante que, cuando vuestros deseos, vuestros apetitos, vuestros miedos
se despierten como perros que ladran, el Logos hable en vosotros como la voz
del amo que con un solo grito sabe acallar a los perros. Es decir, que el cuidado conlleva el control de su propio cuerpo
y sus necesidades auténticas. En nuestras
sociedades, por el contrario, ocuparse de uno mismo ha sido denunciado casi
espontáneamente como una forma de egoísmo o de interés individual en
contradicción con el interés que es necesario prestar a los otros o con el
necesario sacrificio de uno mismo. Sin embargo, para cuidar –o amar- a los
otros es necesario previamente cuidarse –o amarse- a sí mismo.)
(Así era a groso modo como yo pensaba en mi juventud: cuidarse a
sí mismo, acicalarse, eso sí, en demasía, era signo de narcisismo extremo, de
pijería, como diríamos hoy, porque en el mundo hay demasiados problemas como
para estar solo en uno mismo. Sin embargo, mi parecer hoy ha cambiado como
puede verse.)
Hay una
parte del cuidado que es personal, de gestión propia y autónoma, y otro cuidado
que debe ser compartido y cogestionado con los otros con los que convivimos.
En otros ámbitos
o a la vez, el cuidado ha de ser mutuo –yo cuido de ti, de vosotros- / tu - vosotros cuidáis
de mí. Aunque hay momentos en que el cuidado es más bien de unos –los más
capacitados, fuertes, vitales...- hacia otros –los más desprotegidos-.
El cuidado es esencial en las etapas más frágiles de
la vida: infancia y vejez y en los momentos más vulnerables: enfermedad,
pérdida, discapacidad…,
El cuidado se
convierte en cultivo y cultura desde lo físico, corporal, estimulante, psíquico,
espiritual, emocional, mental, expresivo, relacional, educativo, creativo…
Forma la
parte más esencial de la auto-organización de la persona: cuidarse a sí mismo –y
de la co-gestión con los demás: cuidar el entorno –la casa, el barrio, la
ciudad, el país, el mundo- y las personas que en él convivimos. No existen
límites ni fronteras, estamos todos de viaje en esta nave llamada tierra, cuyo
viaje es casi eterno, -aunque nosotros nos bajemos en la próxima estación- tenemos
que dejárselo cuidado para quienes se suban en la próxima, a nuestras
generaciones venideras. Y este tren en el que viajamos llamado tierra, es un entorno eco-político-social donde todos
tenemos los mismos derechos, personas, animales, plantas.
Y quienes
tenemos los mayores deberes somos los seres humanos, porque de los seres vivos
somos los únicos conscientes y los mayores depredadores. Mientras que el
ecosistema se regula solo, el ser humano lo está desregulando, acabando con su
forma de vida con muchos otros seres vivos.
Y es co-organizativo porque hay tareas que implican a
varias personas, las correspondientes a los espacios comunes, tareas comunes,
servicios comunes, la política común.
También, cuidar-nos
es cultivar-nos, culturizar-nos. Transmitirnos todos los legados, conocimientos, artes,
descubrimientos que las generaciones anteriores nos han ido dejando. Respetar
este legado. Tener sentido de la historia, de dónde venimos y a dónde vamos. Tener
metas y proyectos. Tener sentido de lo que hacemos. Movernos con sentido,
responsabilidad y compromiso
.
El amor, -la necesidad de atención, cuidado,
respeto…, es esencial para la formación y desarrollo del ser humano. Mientras que su carencia rompe la unidad del
ser, su posible armonía y equilibrio, su salud, porque es esencial al organismo
vivo.
El cuidado entonces implica comprensión, respeto,
autonomía, solidaridad, empatía, colaboración, compromiso…. El cuidado implica
estar con, acompañar afectivamente re-afirmativamente.
Y por lo tanto, implica cambiar las leyes sociales y
políticas donde el centro de la vida sea la persona y no el trabajo. El trabajo
es hoy la excusa para no cuidarnos. Por ello hay que cambiar la sociedad. Lo
que nos llevará hacia la utopía que hay que empezar a construir desde el
presente para llegar al futuro.
Como todo está montado respecto a la ley del trabajo,
todas son justificaciones para valorar el trabajo. Y toda la vida se orienta
hacia el trabajo, su consecución y su valoración en el mercado. Así es la
educación, el aprendizaje, la realización personal, la valía, el poder, la
influencia. Todo queda condicionado por el trabajo. De modo que nos esclavizamos –y nos justificamos- agarrados
a una falsa idea. Con ello, nos desrealizamos,
nos frustramos, nos convertimos en malvados. No atendemos a los hijos porque
hay que trabajar. No atendemos a los padres ancianos porque hay que trabajar.
Vivimos para trabajar, no trabajamos para vivir. El dinero que se acumula no se
disfruta porque no hay tiempo para el disfrute. O nos morimos antes de poder
hacerlo. ¡Cuántas falsas justificaciones encierra el trabajo! No nos educan
para estar con los demás atendiéndoles, cuidándoles, por lo tanto, el cuidado y
la atención se ven luego como una pesada carga. No estamos educados para
cuidar. Y por todo ello también, hay que reivindicar la Renta Básica, para poder disponer de lo básico para vivir, sin
depender del trabajo alienante. Es también falso que en tal caso el hombre se hiciera
un vago. Porque el ser vivo goza de estímulos para vivir por el mero hecho de
ser vivo. Es una necesidad innata, instintiva, porque viene en sus genes la
exploración del entorno, y el desarrollo de todas sus potencialidades. Al contrario,
es la ideología capitalista –la que nos convierte en mercancía- la que castra los
estímulos innatos y las capacidades inscritas en los genes.
Implica por tanto que la economía esté al servicio de
las personas, que el estado prevea los fondos para que el cuidado y la cultura sean
los principales objetivos, que todos tengan cubiertas sus necesidades físicas,
psíquicas, sociales, relacionales, educativas, profesionales, asociativas,
creativas, participativas, colaborativas. Y las motive y las impulse con todos
sus medios y recursos.
Implica que nadie esté desatendido, que nadie no tenga
a nadie, para cuidarle y atenderle. Que haya personas preparadas
profesionalmente, afectivamente, para atender a las otras personas. Se
requieren redes de atención y cuidado intergeneracional.
Considero que la principal función del ser humano es
estar conectado consigo mismo y con
quienes le rodean. El hecho de ser vivo implica estar conectado con el medio
entorno que nos rodea, del cual su elemento fundamental son los demás seres
vivos. No estar conectado es no sentir sus propias necesidades ni poder
satisfacerlas, por tanto.
Esta doble conexión conlleva, es la premisa para, el
cuidado, la atención, la comprensión, el respeto y la empatía entre otras cosas
para su realización. Formarse como persona. Desarrollar todas sus
potencialidades. Ser mejor. Disfrutar de la vida con los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario