Han Byung Chul – El aroma del tiempo
Recopilación realizada por Joaquin Benito Vallejo
Lo que
experimentamos como aceleración es uno de los síntomas de la dispersión.
La crisis actual remite a la disincronía que conduce a varias
alteraciones temporales y a la parestesia. El tiempo carece de un ritmo
ordenador. De ahí que pierda el compás. La disincronía hace que el tiempo de
tumbos.
El sentimiento de que la vida se acelera proviene de la percepción
de que el tiempo da tumbos sin rumbo. La dispersión no permite experimentar
ningún tipo de duración. Uno se identifica con la fugacidad y lo efímero.
Uno
se convierte en algo pasajero. La atomización de la vida supone la atomización
de la identidad. / la identidad se basa en vivir la historia, saber los
orígenes no tanto de uno mismo a nivel particular, sino los orígenes y la historia
de la humanidad, y esta humanidad se basa en la historia de la vida y de la
ecología – luego, el sí mismo radica no solo en la conciencia propia sino en la
conciencia de la humanidad, de la historia, de la vida / Se sufre una
pérdida radical de espacio, tiempo y ser. La salud del pequeño cuerpo frágil
sustituye al mundo. La gente envejece sin hacerse mayor.
La crisis actual
está vinculada a la absolutización de la vida activa. Conduce al imperativo del trabajo que degrada a la persona
a animal laboral.
La hiperkinesia arrebata a la vida
cualquier contemplación y demora.
Es necesaria la revitalización de la vida
contemplativa.
DES-TIEMPO
Quien no puede
morir a su debido tiempo muere a destiempo. Si
la vida carece de toda forma de unidad de sentido, acaba a destiempo. Es
difícil morir si el final ha sido desplazado por una carrera sin rumbo, una
incompletud permanente, en que la vida no concluye con una unidad. Así que la
vida queda interrumpida a destiempo.
La aceleración
tiene su causa en la incapacidad para acabar. El
tiempo aprieta porque nada concluye, porque no hay gravitación. La aceleración
expresa que se han roto los diques del tiempo, que regulan, articulan el flujo,
que pueden detenerlo y guiarlo, ofrecer un sostén.
Cuando el tiempo
pierde el ritmo, cuando fluye sin detenerse, sin rumbo, desaparece el tiempo
apropiado. Hay que morir a tiempo, ni tarde ni pronto
–Zaratustra-. Quien no vive a tiempo ¿cómo va a morir a tiempo?
El tiempo justo
solo surge dentro de una tensión temporal en un tiempo guiado. En un tiempo atomizado
todo es igual entre sí. Quien tiene una meta y un heredero quiere la muerte
en el momento justo para la meta y el heredero. –Nietzsche-.
La fragmentación
del tiempo va acompañada de masificación y homogeneización.
La existencia propia dificulta el funcionamiento de la masa. La
aceleración impide que se constituyan formas divergentes, independientes. Todo
requiere madurez. La existencia propia requiere una herencia. El legado y la
transmisión generan la continuidad histórica. Hoy, las cosas se convierten
en pasado al instante por la rapidez del tiempo y por ello dejan de captar la
atención.
El sujeto de la experiencia ha de estar abierto
a lo venidero, a lo sorprendente e indefinido del futuro. Si no queda reducido a un trabajador que tan
solo, acaba con el tiempo. Él no cambia.
Pero el sujeto de la experiencia nunca es el mismo. Vive entre el pasado y el
futuro. La experiencia comprende un espacio más amplio que la vivencia, /
esta es puntual, momentánea, la otra es histórica, son vivencias consolidadas
/.
La comprensión
tiene la misma intensidad que la experiencia. La información no, está vacía de
tiempo, vacía de historia.
La dialéctica es
un acontecimiento temporal intensivo.
Surge de la tensión temporal entre un ya y un todavía no, entre lo
acontecido y lo futuro. Hoy en día, al presente le falta la tensión.
El
compromiso, la promesa y la lealtad son prácticas temporales genuinas. Vinculan
el presente con el futuro. Generan una continuidad temporal que estabiliza.
La imagen
contraria del tiempo pleno es el tiempo vacío, que se dilata sin principio ni
fin. El vacío no se opone al desbocamiento. Es una forma silenciosa,
el negativo de la aceleración, el tiempo que queda cuando no hay nada. Ambos
son consecuencia de la destemporalización. La impaciencia y el vacío tienen el
mismo origen.
El vacío es un tiempo desarticulado. No hay recuerdos ni
esperanzas. La muerte no resultaría violenta si fuera un final resultante de la
vida. Ya no hay historia ni unidad de
sentido que colmen la vida. En la vida no hay motivos significativos. La gente
se apresura rápidamente de un momento a otro.
Así es como se envejece sin hacerse mayor, y la muerte es más
difícil.
TIEMPO SIN AROMA
El mundo mítico está lleno de significado. Los dioses son portadores eternos de significado. Hacen que el
mundo sea significativo, que tenga significado y sentido. Narran la relación
entre las cosas y los acontecimientos.
Así, la narración genera sentido,
crea mundo. Este se puede leer como una imagen. Todo ocupa su lugar, tiene
significado. Es orden, es justicia. Los acontecimientos mantienen una estrecha
relación, están entrelazados con sentido. Cada acontecimiento refleja la sustancia
eterna e inmutable del mundo. Ningún movimiento puede llevar al desorden.
La aceleración no tiene sentido. Todo se basa en la eterna repetición de lo
mismo.
El mundo histórico se basa en otros supuestos distintos. No se presenta como una
imagen acabada. Los acontecimientos se ordenan en una línea ininterrumpida. Al
encadenarse los acontecimientos se les dota de sentido.
No es la eterna
repetición, sino el cambio. Todo es un proceso. El tiempo lleva hacia
adelante. La diferencia entre el pasado y el futuro es lo que desarrolla un
sentido. El presente no tiene ninguna sustancia, solo es un punto de
transición. Todo se transforma. El movimiento no crea desorden, sino un orden
nuevo. El futuro genera una aspiración, y puede ser una aceleración.
El tiempo
histórico puede precipitarse hacia adelante porque no reposa en sí mismo, su
centro de gravedad no está en el presente.
El tiempo tiene sentido en cuanto
que va hacia una meta. Entonces la
aceleración cobra sentido. El tiempo mítico es una imagen mientras que el
tiempo histórico es una línea que se dirige a un objetivo. Cando esta línea
pierde la tensión narrativa se descompone en puntos que dan tumbos sin
dirección.
La historia ilumina y canaliza los acontecimientos. Impone una
trayectoria narrativa. Si esta desaparece, se arma un embrollo de informaciones
sin sentido ni dirección.
Las informaciones no tienen aroma. No se
relacionan con la historia. Son manifestación de tiempo atomizado, de un tiempo
de puntos sin línea. Entre ellos solo existe vacío.
El tiempo de
puntos, sin historia, siente el impulso de acortar los intervalos
vacíos. Se intenta que las sensaciones se sucedan más rápido.
Se produce así una aceleración histérica
de los fragmentos de acontecimientos en todos los ámbitos de la vida.
El
tiempo atomizado no puede mantener la atención.
Se abastece de novedades
vacías. Es tiempo discontinuo, no hay ligazón. Se vive con lo inesperado y
repentino que despiertan miedo difuso. La atomización, el aislamiento y la
experiencia de discontinuidades son responsables de diversas formas de
violencia. Cada vez se desmoronan más estructuras sociales que antes daban continuidad
y seguridad. La promesa, la
fidelidad, el compromiso, prácticas temporales que crean un lazo con el futuro
pierden importancia.
El tiempo mítico
y el histórico poseen tensión narrativa. La narración da aroma al tiempo. El
tiempo de puntos carece de aroma. Pierde aroma cuando se despoja de sentido,
cuando se aplana. Cuando no tiene anclaje, sostén ni guía. La aceleración es
una consecuencia de un tiempo sin sostén, sin nada que lo rija. El tiempo
se precipita para equilibrar una falta de ser, pero no lo consigue, porque la
aceleración en sí misma no sostiene nada. Incluso hace que la falta de ser
resulte más penetrante.
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