martes, 6 de marzo de 2018

H. Byung Chul - El aroma del tiempo


Han Byung Chul – El aroma del tiempo
Recopilación realizada por Joaquin Benito Vallejo

Lo que experimentamos como aceleración es uno de los síntomas de la dispersión
La crisis actual remite a la disincronía que conduce a varias alteraciones temporales y a la parestesia. El tiempo carece de un ritmo ordenador. De ahí que pierda el compás. La disincronía hace que el tiempo de tumbos. 

El sentimiento de que la vida se acelera proviene de la percepción de que el tiempo da tumbos sin rumbo. La dispersión no permite experimentar ningún tipo de duración. Uno se identifica con la fugacidad y lo efímero. 

Uno se convierte en algo pasajero. La atomización de la vida supone la atomización de la identidad. / la identidad se basa en vivir la historia, saber los orígenes no tanto de uno mismo a nivel particular, sino los orígenes y la historia de la humanidad, y esta humanidad se basa en la historia de la vida y de la ecología – luego, el sí mismo radica no solo en la conciencia propia sino en la conciencia de la humanidad, de la historia, de la vida / Se sufre una pérdida radical de espacio, tiempo y ser. La salud del pequeño cuerpo frágil sustituye al mundo. La gente envejece sin hacerse mayor. 

La crisis actual está vinculada a la absolutización de la vida activa. Conduce al imperativo del trabajo que degrada a la persona a animal laboral. 
La hiperkinesia arrebata a la vida cualquier contemplación y demora. 
Es necesaria la revitalización de la vida contemplativa.


DES-TIEMPO

Quien no puede morir a su debido tiempo muere a destiempo. Si la vida carece de toda forma de unidad de sentido, acaba a destiempo. Es difícil morir si el final ha sido desplazado por una carrera sin rumbo, una incompletud permanente, en que la vida no concluye con una unidad. Así que la vida queda interrumpida a destiempo.

La aceleración tiene su causa en la incapacidad para acabar. El tiempo aprieta porque nada concluye, porque no hay gravitación. La aceleración expresa que se han roto los diques del tiempo, que regulan, articulan el flujo, que pueden detenerlo y guiarlo, ofrecer un sostén.

Cuando el tiempo pierde el ritmo, cuando fluye sin detenerse, sin rumbo, desaparece el tiempo apropiado. Hay que morir a tiempo, ni tarde ni pronto –Zaratustra-. Quien no vive a tiempo ¿cómo va a morir a tiempo?
El tiempo justo solo surge dentro de una tensión temporal en un tiempo guiado. En un tiempo atomizado todo es igual entre sí. Quien tiene una meta y un heredero quiere la muerte en el momento justo para la meta y el heredero. –Nietzsche-.

La fragmentación del tiempo va acompañada de masificación y homogeneización. 
La existencia propia dificulta el funcionamiento de la masa. La aceleración impide que se constituyan formas divergentes, independientes. Todo requiere madurez. La existencia propia requiere una herencia. El legado y la transmisión generan la continuidad histórica. Hoy, las cosas se convierten en pasado al instante por la rapidez del tiempo y por ello dejan de captar la atención.

El sujeto de la experiencia ha de estar abierto a lo venidero, a lo sorprendente e indefinido del futuro.  Si no queda reducido a un trabajador que tan solo, acaba con el tiempo.  Él no cambia. Pero el sujeto de la experiencia nunca es el mismo. Vive entre el pasado y el futuro. La experiencia comprende un espacio más amplio que la vivencia, / esta es puntual, momentánea, la otra es histórica, son vivencias consolidadas /.

La comprensión tiene la misma intensidad que la experiencia. La información no, está vacía de tiempo, vacía de historia.
La dialéctica es un acontecimiento temporal intensivo.  Surge de la tensión temporal entre un ya y un todavía no, entre lo acontecido y lo futuro. Hoy en día, al presente le falta la tensión. 
El compromiso, la promesa y la lealtad son prácticas temporales genuinas. Vinculan el presente con el futuro. Generan una continuidad temporal que estabiliza.

La imagen contraria del tiempo pleno es el tiempo vacío, que se dilata sin principio ni fin. El vacío no se opone al desbocamiento. Es una forma silenciosa, el negativo de la aceleración, el tiempo que queda cuando no hay nada. Ambos son consecuencia de la destemporalización. La impaciencia y el vacío tienen el mismo origen. 

El vacío es un tiempo desarticulado. No hay recuerdos ni esperanzas. La muerte no resultaría violenta si fuera un final resultante de la vida.  Ya no hay historia ni unidad de sentido que colmen la vida. En la vida no hay motivos significativos. La gente se apresura rápidamente de un momento a otro.  
Así es como se envejece sin hacerse mayor, y la muerte es más difícil.


TIEMPO SIN AROMA

El mundo mítico está lleno de significado. Los dioses son portadores eternos de significado. Hacen que el mundo sea significativo, que tenga significado y sentido. Narran la relación entre las cosas y los acontecimientos. 

Así, la narración genera sentido, crea mundo. Este se puede leer como una imagen. Todo ocupa su lugar, tiene significado. Es orden, es justicia. Los acontecimientos mantienen una estrecha relación, están entrelazados con sentido. Cada acontecimiento refleja la sustancia eterna e inmutable del mundo. Ningún movimiento puede llevar al desorden. La aceleración no tiene sentido. Todo se basa en la eterna repetición de lo mismo.

El mundo histórico se basa en otros supuestos distintos.  No se presenta como una imagen acabada. Los acontecimientos se ordenan en una línea ininterrumpida. Al encadenarse los acontecimientos se les dota de sentido. 

No es la eterna repetición, sino el cambio. Todo es un proceso. El tiempo lleva hacia adelante. La diferencia entre el pasado y el futuro es lo que desarrolla un sentido. El presente no tiene ninguna sustancia, solo es un punto de transición. Todo se transforma. El movimiento no crea desorden, sino un orden nuevo. El futuro genera una aspiración, y puede ser una aceleración.
El tiempo histórico puede precipitarse hacia adelante porque no reposa en sí mismo, su centro de gravedad no está en el presente. 

El tiempo tiene sentido en cuanto que va hacia una meta.  Entonces la aceleración cobra sentido. El tiempo mítico es una imagen mientras que el tiempo histórico es una línea que se dirige a un objetivo. Cando esta línea pierde la tensión narrativa se descompone en puntos que dan tumbos sin dirección. 

La historia ilumina y canaliza los acontecimientos. Impone una trayectoria narrativa. Si esta desaparece, se arma un embrollo de informaciones sin sentido ni dirección. 
Las informaciones no tienen aroma. No se relacionan con la historia. Son manifestación de tiempo atomizado, de un tiempo de puntos sin línea. Entre ellos solo existe vacío.

El tiempo de puntos, sin historia, siente el impulso de acortar los intervalos vacíos. Se intenta que las sensaciones se sucedan más rápido.  
Se produce así una aceleración histérica de los fragmentos de acontecimientos en todos los ámbitos de la vida
El tiempo atomizado no puede mantener la atención. 
Se abastece de novedades vacías. Es tiempo discontinuo, no hay ligazón. Se vive con lo inesperado y repentino que despiertan miedo difuso. La atomización, el aislamiento y la experiencia de discontinuidades son responsables de diversas formas de violencia. Cada vez se desmoronan más estructuras sociales que antes daban continuidad y seguridad.  La promesa, la fidelidad, el compromiso, prácticas temporales que crean un lazo con el futuro pierden importancia.

El tiempo mítico y el histórico poseen tensión narrativa. La narración da aroma al tiempo. El tiempo de puntos carece de aroma. Pierde aroma cuando se despoja de sentido, cuando se aplana. Cuando no tiene anclaje, sostén ni guía. La aceleración es una consecuencia de un tiempo sin sostén, sin nada que lo rija. El tiempo se precipita para equilibrar una falta de ser, pero no lo consigue, porque la aceleración en sí misma no sostiene nada. Incluso hace que la falta de ser resulte más penetrante.



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