EL CUIDADO ESENCIAL - -LEONARDO
BOFF-
ÉTICA DE LO HUMANO, COMPASION POR LA TIERRA
Editorial Trotta
Editorial Trotta
-
El
cuidado de nuestro cuerpo en la salud y en la enfermedad. Concepción de la salud.
Dejando atrás el dualismo cuerpo-alma y abriendo una visión
más globalizadora. Entre la materia y el
espíritu está la vida, que es la interacción de la materia que se ha vuelto
compleja, se interioriza y se autoorganiza.
El cuerpo está siempre animado. / De ánima –alma- procede la
palabra animal, materia animada, con ánimo, con dinamismo, que siente y
responde /
Cuidar del cuerpo de alguien es prestar atención al soplo
que lo anima. El cuerpo es aquella porción del universo que animamos,
informamos, concienciamos, personalizamos.
Está formado por el cuerpo cósmico que circula en el espacio interestelar. Un polvo posiblemente anterior al sistema solar. El hierro que corre por nuestras venas, el fósforo y el calcio de nuestros huesos y nuestros nervios, nuestro 18 % de carbono y 65% de oxígeno e hidrógeno muestran que somos cósmicos.
Está formado por el cuerpo cósmico que circula en el espacio interestelar. Un polvo posiblemente anterior al sistema solar. El hierro que corre por nuestras venas, el fósforo y el calcio de nuestros huesos y nuestros nervios, nuestro 18 % de carbono y 65% de oxígeno e hidrógeno muestran que somos cósmicos.
El cuerpo es un ecosistema vivo que se articula con otros
sistemas más amplios. Pertenecemos a la
especie Homo, que pertenece al sistema Tierra, que pertenece al sistema solar,
que pertenece a la Via Láctea, que pertenece al Universo.
En él funciona un sistema interno de regulación de frio y de
calor, de sueño y de vigilia, de órganos y funciones, digestión, respiración,
circulación, etc.
El cuerpo vivo es además subjetivo, siente por sí mismo, con
diversidad a los demás.
El cuerpo forma nuestra memoria más arcaica, ya que en su conjunto y en cada una de sus partes guarda la información del largo proceso evolutivo de la vida. / En él está inscrita toda la historia viviente desde la 1ª célula. Y en él se reproduce ese proceso. La ontogénesis es una recopilación de la filogénesis. /
Junto con la vida del cuerpo se desarrollan los distintos niveles de conciencia: la originaria, la oral, la autónoma, la social, la trascendental; en los que estas memorias se expresan y se enriquecen interactuando con el medio.
El cuerpo forma nuestra memoria más arcaica, ya que en su conjunto y en cada una de sus partes guarda la información del largo proceso evolutivo de la vida. / En él está inscrita toda la historia viviente desde la 1ª célula. Y en él se reproduce ese proceso. La ontogénesis es una recopilación de la filogénesis. /
Junto con la vida del cuerpo se desarrollan los distintos niveles de conciencia: la originaria, la oral, la autónoma, la social, la trascendental; en los que estas memorias se expresan y se enriquecen interactuando con el medio.
El cuerpo es mortal, va perdiendo su capacidad energética,
sus equilibrios homeostáticos, enferma y muere.
La muerte está presente desde el primer momento. La aceptación de la mortalidad nos hace
entender de forma diferente la salud y la enfermedad.
La enfermedad supone un daño a la totalidad de la
existencia. No es una parte del cuerpo la que duele, es la persona en su
totalidad existencial la que sufre. No es una parte la que está enferma, sino
la vida de ese cuerpo en sus diversas dimensiones: en relación consigo mismo
–experimentamos los límites y deficiencias de la vida-; con respecto a la
sociedad –nos aísla, dejamos de trabajar, nos tienen que atender en un Centro
de salud-; en relación con el sentido global de la vida –crisis de confianza
con la vida.
La enfermedad remite a la salud. Toda cura debe reintegrar las dimensiones de la vida sana en un plano tanto personal como social y en lo fundamental que nos lleva al sentido supremo de la existencia y del universo. Hay que reforzar la dimensión de salud para que cure la dimensión de la enfermedad.
Para reforzar la “dimensión de salud” debemos enriquecer
nuestra comprensión acerca de la salud. No podemos entenderla del mismo modo
que la ideología dominante con sus técnicas sofisticadas y sus cócteles de vitaminas.
No se puede concebir como si fuera un fin
en sí misma. Hay que preguntarse: ¿qué hago en la vida con mi salud? No es
posible una existencia sin dolor y sin muerte. Es inhumano también porque la
vida es mortal. Hay que concebir dentro de sí a la muerte con sus achaques,
debilidades, enfermedades, agonía y despedida final.
La salud no es un estado sino un
proceso permanente de búsqueda de equilibrio de todos los factores que componen
la vida humana.
La fuerza de ser persona significa la capacidad de acoger a la vida tal como es, con sus posibilidades y su entusiasmo intrínseco pero también con su finitud y su condición mortal. La fuerza de ser persona traduce la capacidad de crecer, de humanizarse y de convivir con estas dimensiones de vida, de enfermedad y de muerte.
Salud y curación designan un proceso de adaptación y de integración de las más diversas situaciones en las cuales se producen la salud, la enfermedad, el sufrimiento, la recuperación, el envejecimiento y el tranquilo caminar hacia el gran paso de la muerte.
La salud no es un estado ni un acto existencial sino una actitud frente a las diversas situaciones que pueden ser de salud o de enfermedad.
Ser persona no consiste simplemente en tener salud, sino en saber afrontar “saludablemente” la enfermedad y la salud. Estar sano significa tener un sentido de la vida que englobe la salud, la enfermedad y la muerte. Alguien puede tener una enfermedad mortal y a la vez estar sano porque con esa situación de muerte crece, se humaniza y sabe dar sentido a lo que padece.
La salud no es la ausencia de enfermedad sino la fuerza de vivir con esa enfermedad. La salud es acoger y amar la vida tal como se presenta, alegra y laboriosa, saludable y enfermiza, limitada y abierta a lo ilimitado.
Según lo dicho, ¿qué significa entonces cuidar de nuestro cuerpo? Tarea perenne, que dura toda la vida.
Implica cuidar de la vida que lo anima y cuidar del conjunto de las relaciones con la realidad circundante. Relaciones que pasan por la higiene, la alimentación, el aire que respiramos, la forma de vestir, la organización de la casa, y la integración en un determinado espacio ecológico.
Ese cuidado refuerza nuestra identidad como seres “nudo-de-relaciones” en todas las direcciones. Cuidar del cuerpo significa la búsqueda de asimilación creativa de todo lo que nos puede ocurrir en la vida, compromisos y trabajos, encuentros significativos y crisis existenciales, éxitos y fracasos, salud y sufrimiento. Solo así nos convertimos cada vez más en personas maduras, autónomas, sabias, y plenamente libres.
EL TAMAGOCHI Y EL CUIDADO
La sociedad contemporánea, llamada
sociedad del conocimiento y de la comunicación, está produciendo cada vez más
incomunicación y soledad. Internet nos puede conectar con millones de personas
sin verlas. Se pueden realizar todo tipo de acciones sin hablar realmente con nadie.
Visitamos países sin salir de casa. La relación con la realidad concreta es
solo una imagen virtual. No tocamos, no olemos, no pisamos… El mundo virtual es
un encapsulamiento en uno mismo, sin tacto ni contacto humano.
Es una anti-realidad que afecta a la vida humana en lo más
fundamental: el cuidado y la com-pasión.
Tengamos en cuenta que la esencia humana
no se asienta en la inteligencia, sino en el cuidado. Este es realmente el
soporte de la inteligencia y de la libertad. En el cuidado se encuentra el “ethos”.
Identificándolo con los principios, los valores, y las actitudes que convierten
la vida en un bien vivir y un bien actuar.
El tipo de sociedad producido últimamente
amenaza la esencia humana. Se ha descartado a las personas concretas, con los
rasgos de sus caras, con sus biografías de sacrificios y luchas. Ha difamado el
cuidado, la sensibilidad y la ternura, cualidades sin las que nadie puede vivir,
como obstáculo para el conocimiento. La tecnología y los bienes materiales han
producido mayor empobrecimiento y exclusión.
Son necesarios caminos para
rescatar la esencia humana, y todos ellos pasan por el cuidado.
¿Dónde aparece el cuidado en
nuestra sociedad? En algo tan ridículo como el tamagochi. Un juguete inventado
para que le cuides y te preocupes por él, a falta de ejercer un cuidado real.
Esto denuncia la soledad en que viven los hombres y mujeres de esta sociedad.
Sirve de crítica a nuestra sociedad agonizante y también de principio
inspirador de un nuevo paradigma de convivencia.
Soñamos con un mundo futuro en el
que no se necesiten aparatos ni seres virtuales para superar nuestra soledad.
Soñamos con una sociedad mundializada, la gran casa común, la Tierra, en la que
los valores estructurantes se construirán en torno al cuidado de las personas,
sobre todo de las diferentes, de las que la naturaleza o la historia han
tratado mal, los desposeídos, los excluidos, los niños, los ancianos, las
plantas, los animales, los paisajes, con nuestra madre Tierra.
LA FALTA DE CUIDADO: ESTIGMA DE
NUESTRO TIEMPO
Por todas partes aparecen síntomas
que señalan grandes destrucciones de la Tierra y de la humanidad. El
crecimiento ilimitado sacrifica a dos tercios de la humanidad, agota los
recursos y compromete el futuro de las generaciones. ¿Cuál es límite que
podemos soportar? ¿Nos estamos dirigiendo hacia el caos?
Hay posibilidad de salvación. Pero,
para ello debemos recorrer un largo camino de conversión de nuestros hábitos
cotidianos, políticos, privados y públicos, culturales y espirituales. La
degeneración creciente de nuestra casa Tierra, denuncia nuestra crisis
adolescente. Tenemos que entrar en la madurez y mostrar signos de sabiduría.
Estamos presenciando el fin de un
tipo de mundo. Necesitamos un nuevo paradigma de convivencia que funde una relación
más cuidadosa con la tierra y abra un pacto social entre los pueblos de espeto
por todo lo existente.
Hay un difuso malestar en la civilización. Aparece bajo el
fenómeno del descuido, de la indiferencia y del abandono:
- Por los niños utilizados como combustible. Entre 1 y 3 de
cada niño en África, Asia y América latina trabajan. Esclavos a quienes se les
niega la infancia y la posibilidad de ser.
- Por los pobres y marginados, castigados por el hambre,
sobreviviendo a miles de enfermedades.
- Por los desempleados y jubilados, excluidos de la sociedad, considerados
sin valor.
- Por el abandono de la generosidad, ahogada
por el capitalismo neoliberal, el individualismo y la propiedad privada.
Despreciando la solidaridad, los ideales de libertad y dignidad.
- Por el abandono y el descuido de la condición social de las
ciudades, donde la mayoría se siente desarraigada y alienada, predominando
la sociedad del espectáculo, del simulacro y del entretenimiento.
- Por el descuido de la dimensión espiritual del ser
humano, la delicadez que cultiva la ternura. Por la emocionalidad y salud
psíquica. Se muestra todo tipo de violencia sin pudor ni escrúpulo.
- Por el descuido de lo público. La inversión en vivienda, alimentación,
salud, educación son insuficientes.
- Por el abandono vergonzoso del nivel de moral pública, marcada
por la corrupción y por el juego entre grupos que se disputan el poder revolcándose
en el lodazal de los intereses particulares.
- Por el abandono para cuidar de la vida en general. Pronto
habrán desaparecido más de la mitad de las especies animales y vegetales.
- Por el descuido en la protección de la casa común la Tierra. Envenenando
los suelos, contaminando el aire y el agua, diezmando los bosques, exterminando
especies. Se encuentra activo el principio de autodestrucción de acabar con el
equilibrio físico-químico del planeta, arruinar la biosfera, y arriesgando la
supervivencia de la especie Homo Sapiens-Demens.
- Por el descuido en la organización de la vivienda. Pensada para familias minúsculas obligadas
a vivir en aposentos insalubres.
- La manera de vestir de la juventud muestra la decadencia del gusto. Se recurre a la violencia para resolver conflictos interpersonales e institucionales, superables por el diálogo.
- La manera de vestir de la juventud muestra la decadencia del gusto. Se recurre a la violencia para resolver conflictos interpersonales e institucionales, superables por el diálogo.
- Por la saturación de aparatos tecnológicos,
vivimos tiempos de crueldad. Sufrimos una regresión a la barbarie más atroz.
Frente a esta situación muchos se rebelan. Pero solos, se sienten
impotentes a la hora de ofrecer una solución liberadora. Han perdido la esperanza.
Otros han perdido la fe en la capacidad de regeneración del ser
humano. Ven más la dimensión de demencia que la de sabiduría. Se han resignado
en medio de la amargura. ¿Hay algo peor para la vida que ésta pierda su brillo?
Otros tienen fe y esperanza, pero
proponen remedios inadecuados para los síntomas de una enfermedad colectiva. No
van a la causa real de los males.
Algunos creen que el malestar viene
del abandono de la religión.
Por otra parte, al hombre moderno,
le ha entrado un complejo de Dios. Se comporta como si fuera Dios.
Lo decisivo no son las religiones,
sino la espiritualidad, que une, religa y entrega.
Otros opinan que hay que reforzar
la moral. Esto puede degenerar en un moralismo fastidioso y farisaico. Una
ética nueva presupone una óptica nueva.
Otros piensan que es necesaria más
educación, más formación y más información. Efectivamente. Es importante
socializar los conocimientos. El saber es imprescindible. Hace falta una filosofía del ser y una reflexión
que nos hable del sentido y que sepa organizar la convivencia humana, la
sinergia, la cooperación, la solidaridad cósmica.
Pero todas estas preguntas no van a
la raíz de la cuestión esencial. Hay que examinar los cimientos del edificio.
La materia no es simplemente materia,
está llena de interacciones complejas. Materia, viene de mater y es la madre de
todas las cosas incluida la vida, que es la auto-organización de la materia. Lo
visible encierra la invisible.
La física cuántica ha demostrado la
interconexión existente de todo con todo y el vínculo entre la realidad y el
observador.
La nueva filosofía se presenta como holística, ecológica y
espiritual, con capacidad de devolver al ser humano el sentimiento de pertenencia
a la humanidad, a la tierra, al universo, y a lo sagrado.
Así se supera la falta más grave que se esconde detrás de la falta
de cuidado: la falta de conexión con el Todo.
Hemos de construir un nuevo estado de consciencia, para engendrar
una actitud de madurez y de sabiduría para buscar otros caminos: una
espiritualidad sencilla y sólida basada en la percepción del misterio del
universo y de lo humano, en la ética de la responsabilidad, de la solidaridad y
de la compasión, basada en el cuidado, en el valor intrínseco de cada cosa, en
lo bien hecho, en la honradez.
Es importante buscar respuestas para
el planeta y para la humanidad.
Las personas que intentan realizar
prácticas significativas en todos los lugares y situaciones están ya formulando
respuestas concretas. No hay un sujeto único, son muchos.
Se orientan por un nuevo
sentido de vivir y de actuar, por una nueva percepción, por una nueva experiencia.
Emergen de un camino colectivo que se hace al andar.
Estamos estrenando una nueva
ternura para con la vida y el sentimiento auténtico de pertenencia amorosa a la
Madre Tierra como un todo vivo y orgánico.
Aumenta el sentido de solidaridad
con las poblaciones diezmadas, por los derechos de los animales, y por los
derechos humanos sociales y culturales, por la superación del patriarcalismo, por
la dimensión
espiritual, por el apoyo a las minorías -que son mayorías-, y a los discriminados
Es urgente una nueva ética
civilizacional que nos permita dar un salto cualitativo hacia formas más
cooperativas de convivencia. Una nueva alianza con las demás especies y con la
tierra.
Ética en el sentido primigenio designa tanto la madriguera como la casa,
ese lugar que reservamos para organizar, cuidar, construir nuestro hábitat.
Tenemos que reconstruir la casa común -la tierra- para que quepamos todos en
ella, en igualdad de derechos, sin discriminación y para que sea sostenible.
La
casa humana no es el estado nación, la patria, sino la Tierra, como "matria" común, que estaba en el exilio dividida en estados-naciones, aislada por
culturas regionales, limitada por diferentes lenguas. Es hora de que vuelva y
se encuentre en su lugar unificado, el planeta tierra, escribiendo una sola
historia, perteneciente a toda la humanidad, desde la conciencia de un mismo destino
y un origen común.
Esa ética, modelo de la casa
humana, adquirirá cuerpo en morales concretas -valores, actitudes, comportamientos-.
A pesar de ser diversas alimentarán el mismo propósito: salvaguardar el planeta
y garantizar las condiciones de desarrollo, con formas más colectivas, más
espiritualizadas de realización de la esencia humana.
La nueva ética debe surgir de la
naturaleza profunda del ser humano.
EL “CUIDADO”, ETHOS DE LO HUMANO
El cuidado es contrario al
desinterés y la indiferencia. Cuidar es más que un acto, es una actitud. Abarca
más que un momento de atención. Representa una actitud de ocupación, de
preocupación, de responsabilización y de compromiso afectivo con el otro.
La actitud es una fuente, genera
actos que expresan la disposición de fondo. Cuidar de la casa, por
ejemplo, significa muchas cosas, preocuparse de las personas que viven
en ella, prestarles atención, garantizarles provisiones, interesarse
por el bienestar general. Cuidar cada habitación, acogimiento a los huéspedes,
relaciones con los vecinos.
El cuidado como “modo de ser”
esencial.
El cuidado es más aún que un acto y
una actitud, lo dijo Heidegger en “El ser y el tiempo”: El cuidado es
esencialmente anterior toda posición y conducta. El cuidado se encuentra en la
raíz primera del ser humano antes de que haga nada, y todo cuanto haga irá
siempre acompañado de cuidado e impregnado de cuidado. El cuidado implica ser
un modo de vida esencial. Una dimensión originaria y ontológica imposible de
desvirtuar.
Un modo de ser no es un nuevo ser.
Es el modo en que un ser se estructura y se da a conocer. Forma parte de la
naturaleza y constitución del ser humano. El cuidado como modo de ser revela la
forma concreta como es el ser humano.
Sin cuidado dejo de ser humano.
Si no recibe cuidado desde el
nacimiento hasta la muerte el ser humano se desestructura, se marchita, pierde
sentido, se muere.
Si a lo largo de la vida no se hace con cuidado todo lo que
se hace, acaba por perjudicarse a sí mismo y por destruir todo lo que le rodea.
El cuidado forma parte de la esencia humana.
El cuidado ha de estar presente en
todo.
Heidegger: el cuidado es un fenómeno ontológico existencial.
Posibilita
la existencia humana, la hace humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario