El asombro – la curiosidad -
la necesidad de saber - el deseo de aprender
Joaquín Benito Vallejo
Hay que
despertar la curiosidad en todo. Mejor dicho, no hay que taponarla, porque la curiosidad está presente desde que el niño abre los ojos. Es genético, es una ley de la vida, la primera, interesarse por el medio donde se vive.
¿No habéis visto a los niños desde la cuna cómo lo observan todo? Miran, tocan, huelen, chupan, escuchan, se mueven, quieren subir, bajar, esconderse, arrastrarse, jugar, compartir, preguntan y no se cansan, siempre abiertos, expectantes, curiosos, exploradores…
Pero a medida que van creciendo, y más cuando entran en la escuela, se van apagando, dejan de interesarse, se amuerman, son todos uniformes, han entrado en el redil… se están convirtiendo en autómatas. ¡qué pena! Ya parecen cadáveres. Muertos cuando estaban empezando a nacer y descubrir la vida.
¿No habéis visto a los niños desde la cuna cómo lo observan todo? Miran, tocan, huelen, chupan, escuchan, se mueven, quieren subir, bajar, esconderse, arrastrarse, jugar, compartir, preguntan y no se cansan, siempre abiertos, expectantes, curiosos, exploradores…
Pero a medida que van creciendo, y más cuando entran en la escuela, se van apagando, dejan de interesarse, se amuerman, son todos uniformes, han entrado en el redil… se están convirtiendo en autómatas. ¡qué pena! Ya parecen cadáveres. Muertos cuando estaban empezando a nacer y descubrir la vida.
¿Habéis salido una noche al campo a ver las estrellas? Tumbaros boca arriba sobre la tierra. Encima de nosotros está el
espectáculo más grande jamás visto. Recorred bien el cielo. No importa que no podamos verlo
todo, hay muchas noches, aunque viniéramos todas jamás se nos acabaría el
asombro.
Y eso tan
inmenso que vemos resulta que no es real. Esas estrellas que creemos ver,
resulta que, es la luz que nos llega desde hace millones de años, por lo que algunas de esas estrellas ya no existen, pero vemos su luz. ¿No es para
asombrarse y no parar?
Mirad, esa es la
vía láctea, la galaxia, el conjunto
de estrellas a la que pertenece nuestro sol. Estamos dentro de ella,
pertenecemos a ella. ¿Cuántas galaxias hay en el universo? Millones de galaxias, con millones de estrellas cada una, con millones de planetas, con millones y millones... algo que nuestro cerebro no puede comprender. ¿Cuán grande es el universo? Imposible saberlo, menos aún porque nuestra
imaginación no puede entenderlo.
¿Sabéis que el
universo se está extendiendo, hasta que llegue un momento que colapse, y
comience a contraerse hasta llegar a cero? Pero si eso ocurre tardará millones
y millones de años, de años luz, los años que la luz tarda en llegar a ser vista. / La velocidad de la luz es de 300.000 kilómetros por segundo. Por tanto, si para que llegue hasta nosotros y podamos verla, ha tardado millones de años... ¿A qué distancia están esas estrellas? Da vértigo solo pensarlo.
¿Y porqué al niño se le mata la curiosidad? ¿Qué hacemos los padres, los adultos y los maestros para haberla matado? No tenemos perdón. ¿Qué intereses tiene esta sociedad para haber matado en todos nosotros el asombro, el deseo de aprender, la necesidad de conocer?
¿Y porqué al niño se le mata la curiosidad? ¿Qué hacemos los padres, los adultos y los maestros para haberla matado? No tenemos perdón. ¿Qué intereses tiene esta sociedad para haber matado en todos nosotros el asombro, el deseo de aprender, la necesidad de conocer?
El universo
comenzó con una explosión –según se dice- en la que la masa condensada salió
despedida hecha añicos. Una esquirla de esa explosión es nuestra galaxia –la vía
láctea- un disco rodante del que se desprendieron numerosos trozos que son las
estrellas. Y de las estrellas se desprendieron otros trocitos que son los
planetas. Las estrellas siguen expandiéndose en un movimiento espiral. Y los
planetas van siguiéndolas por la ley de gravedad que les arrastra. ¿No es todo
esto asombroso?
La tierra en la
que vivimos, como planeta del sol sigue a este en un movimiento de hélice dando
vueltas además alrededor de él. De esa traslación alrededor del sol se forman
las estaciones. Y a la vez la tierra va rotando sobre sí misma, con lo que se
forman los días y las noches.
¿Sigue siendo asombroso? ¿Por qué no se refleja este asombro en los niños, -ni en los mayores-?
Mataron su asombro, su curiosidad innata, su necesidad de saber. ¿Cómo? Prohibiéndoles todo: --eso no se toca; --eso no se mira; --eso no se escucha; --eso no se dice; --eso no se hace; --estate quieto.
¿Sigue siendo asombroso? ¿Por qué no se refleja este asombro en los niños, -ni en los mayores-?
Mataron su asombro, su curiosidad innata, su necesidad de saber. ¿Cómo? Prohibiéndoles todo: --eso no se toca; --eso no se mira; --eso no se escucha; --eso no se dice; --eso no se hace; --estate quieto.
Bien, ya hemos
observado durante un tiempo el cielo. Ahora vamos a observar la tierra. Seguro
que todo el tiempo hemos estado oyendo a los grillos y viendo además los
destellos luminosos de las luciérnagas. Esto también es para asombrarse. Todo
es asombro en la vida y en lo que la precede, también en lo que viene después.
Pero ¿Qué sabes de los grillos o de las luciérnagas, aparte de que en la noche,
viendo las estrellas, la música de los grillos nos lleva a la relajación -o a
la enervación- y las luces intermitentes de los gusanos de luz, nos mantiene
receptivos?
Veamos, hay unas 7000 especies de luciérnagas y otras tantas de grillos. Su forma de comunicación con sus congéneres es esa, para unos la luz, para los otros el sonido. En las 7000 especies de uno y otro animal su medio de comunicación es similar y diferente.
El sonido o luz que emite un grupo, solo es captado por un miembro del mismo grupo. O sea, que dentro de un mismo patrón hay al menos 7000 variedades de ritmos, de pausas, de intensidad. ¿No es asombroso?
Matar la capacidad de asombro es una de las muestras de como cercenan nuestra capacidad de admiración y de interés por todo lo que pasa a nuestro alrededor.
En su lugar se enseñan cosas absurdas como que, uno que no sabe nada del mundo sepa en su lugar todos los futbolistas del planeta, sus cualidades, sus manías, su vida privada, sus amores, pero no sepa nada de que su gobierno le está robando y manipulando, y lo que es más grave, que no sepa nada de sí mismo.
El teléfono móvil, al que últimamente todo el mundo está colgado y lo lleva a todas las horas en su mano y lo mira y remira constantemente como si el teléfono encarnara su identidad, -que sí la encarna, desgraciadamente-, se ha preguntado alguien por qué razones, ¿por ese cacharro puede ver y oír todo lo que pasa en el mundo entero?
El 99 % no lo sabe ni le interesa, ni le asombra, ni se lo pregunta. ¡Cuánta enajenación! No es de extrañar que crean en dioses, fantasmas, vírgenes, milagros, supercherías, quimeras, magias, ídolos, fetiches, talismanes, héroes, güijas, apariciones, resurrecciones, otras vidas…
Veamos, hay unas 7000 especies de luciérnagas y otras tantas de grillos. Su forma de comunicación con sus congéneres es esa, para unos la luz, para los otros el sonido. En las 7000 especies de uno y otro animal su medio de comunicación es similar y diferente.
El sonido o luz que emite un grupo, solo es captado por un miembro del mismo grupo. O sea, que dentro de un mismo patrón hay al menos 7000 variedades de ritmos, de pausas, de intensidad. ¿No es asombroso?
¿A quién no le asombra?
¿No es asombroso que a
casi nadie le asombre?
Por
cierto, eso que llaman “el cambio climático” que es un eufemismo de la
actividad depredadora de la especie humana, resultado del modo de vida
capitalista de enriquecimiento sin límite de unos pocos, está acabando con las luciérnagas
además de otras 500 mil especies.
Matar la capacidad de asombro es una de las muestras de como cercenan nuestra capacidad de admiración y de interés por todo lo que pasa a nuestro alrededor.
En su lugar se enseñan cosas absurdas como que, uno que no sabe nada del mundo sepa en su lugar todos los futbolistas del planeta, sus cualidades, sus manías, su vida privada, sus amores, pero no sepa nada de que su gobierno le está robando y manipulando, y lo que es más grave, que no sepa nada de sí mismo.
El teléfono móvil, al que últimamente todo el mundo está colgado y lo lleva a todas las horas en su mano y lo mira y remira constantemente como si el teléfono encarnara su identidad, -que sí la encarna, desgraciadamente-, se ha preguntado alguien por qué razones, ¿por ese cacharro puede ver y oír todo lo que pasa en el mundo entero?
El 99 % no lo sabe ni le interesa, ni le asombra, ni se lo pregunta. ¡Cuánta enajenación! No es de extrañar que crean en dioses, fantasmas, vírgenes, milagros, supercherías, quimeras, magias, ídolos, fetiches, talismanes, héroes, güijas, apariciones, resurrecciones, otras vidas…
Cuando no
se tiene vida propia, ni identidad, cualquier cosa u objeto puede suplirla.
Si no saben nada
de sí mismos, ¿cómo les va a interesar la historia? De dónde vienen, cuáles son
sus orígenes, quiénes son los demás, qué son las especies animales, qué es la
tierra, qué es el universo.
Una tierra yerma y seca llamada alienación.
Apellidada ignorancia.
Matar la curiosidad primigenia, la necesidad de explorar y conocer todo cuanto nos rodea, significa implantar la ignorancia en nuestras vidas, porque se mata para siempre la necesidad y el deseo de saber.
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