AMOR Y JUEGO – Fundamentos olvidados de lo
humano.
- Desde el patriarcado a la democracia -
Humberto Maturana y Gerda Verden-Zöller
Investigación sobre el desarrollo de la
conciencia individual y social del niño.
(Recopilación realizada por Joaquín Benito Vallejo)
PREFACIO
Este libro es resultado de una investigación
sobre el desarrollo de la conciencia individual y social del niño, como prólogo
sobre culturalización y cambio cultural.
La existencia humana tiene lugar en el espacio
relacional del conversar, -comportamientos, lenguaje, acciones mutuas, cuyo
basamento es siempre la emocionalidad-.
Nuestra
condición humana tiene lugar en nuestra manera de relacionarnos unos con otros
en el mundo que configuramos en nuestro vivir.
Nuestro
vivir cotidiano lo constituye el lenguaje como fenómeno biológico relacional,
es un coexistir de interacciones recurrentes, bajo un fluir de
coordinaciones y conductas consensuales, lo que denominamos lenguajear.
MATRISTICA
La
palabra matrística está usada con el propósito de connotar una situación cultural en la que la mujer tiene
presencia mística que implica la coherencia sistémica acogedora y liberadora de
lo maternal fuera de lo autoritario y de lo jerárquico.
Es
contraria a la palabra matriarcal en cuanto que esta significa lo mismo que
patriarcal, en una cultura donde las mujeres tienen el papel dominante.
La palabra matrística
está usada intencionalmente para referirse a una cultura en la cual hombre y
mujer pueden participar de un modo de vida centrado en la cooperación no
jerárquica,
porque la figura femenina representa la conciencia no jerárquica del mundo
natural a que pertenecemos los seres humanos, en una relación de
participación y confianza, no de control ni autoridad. Y en la cual, la
vida cotidiana es vivida en una coherencia no jerárquica en todos los seres
vivientes, aún en la relación predador-presa.
EMOCIONAR
Lo
que distinguimos como emociones en nosotros y en otros animales son campos
de acciones y clases de conductas.
En
nuestro vivir fluimos de un campo de acciones a otro en un continuo emocionar
que se entrelaza con el lenguajear.
A
este entrelazamiento de emocionar y lenguajear llamamos conversar.
El
linaje humano surgió en la historia evolutiva del grupo de primates al que
pertenecemos, cuando el convivir en el lenguaje comenzó a mantenerse generación
tras generación como el modo de convivir que definió en adelante a dicho
linaje.
El
vivir en el lenguaje como un convivir en coordinaciones conductuales
consensuales surgió entrelazado con el emocionar. Al surgir lo humano lo que surge en el
devenir de nuestros ancestros es un vivir en el conversar que se mantiene
generación tras generación como modo de vivir. Los seres humanos actuales somos
el presente de esa historia.
Todo
lenguaje ocurre sobre un soporte emocional.
Emoción
y lenguaje se influyen mutuamente y pueden producir cambios uno en otro en su
transcurrir. La emoción define la acción.
Es la emoción desde la cual se hace una
acción, lo que define a la acción.
Existimos en el lenguaje, todo ser y hacer se da en el lenguajear entrelazado
con el emocionar que es el conversar. Cualquier quehacer humano tiene una
red particular de conversaciones que queda definida por el emocionar.
La
historia de la humanidad ha seguido y sigue el curso del emocionar, en
particular el curso de los deseos, no
el curso de las oportunidades materiales, ni de las idas, ni de los valores y
símbolos.
Para
comprender el curso de nuestra historia como seres humanos debemos contemplar
el curso del emocionar humano.
El niño y niña crean su propio espacio
psíquico como su espacio relacional, al vivir en la
intimidad de su contacto corporal con su madre, como simple resultado del convivir
en total aceptación y confianza mutua en ese contacto corporal, no porque
le sea directamente enseñado.
En este proceso
el niño y la niña aprenden el emocionar y la dinámica relacional que va a
constituir el espacio relacional que generará en su vivir, esto es, lo que
hará, oirá, olerá, tocará, verá, pensará, temerá, deseará, y rechazará, como
aspectos obvios de su vivir individual y social y como miembro de una familia y
una cultura.
El curso que la historia humana sigue
generación tras generación es el curso del emocionar adquirido al crecer en
relación con sus progenitores, otros adultos, otros niños y niñas, y el mundo
circundante no humano.
Para comprender el
cambio cultural debemos comprender el cambo del emocionar en relación con el
crecimiento de los niños y niñas.
Una cultura es una red cerrada de
conversaciones.
El cambio cultural
surge como un cambio en la red de conversaciones que la comunidad que cambia
vive.
Y tal cambio surge,
se sustenta y se mantiene en el cambio del emocionar de los miembros de la
comunidad.
PATRIARCADO
El patriarcado surgió
como un cambio en la configuración del emocionar que constituía el
fundamento relacional de la cultura matrística preexistente.
Y a su vez provocó
un cambio en el pensar, en el gustar, el oír, ver, temer, desear, en suma, en
los valores conservados hasta entonces generación tras generación.
El
patriarcado surgió a través de un cambio psíquico que vivían los niños y las
niñas en crecimiento.
CAMBIO CULTURAL
Nada ocurre en el
devenir biológico porque sea necesario o beneficioso. Es un grave error
considerar las consecuencias de un proceso como resultado y justificación de un
origen. Como si el futuro fuese causa del pasado. Los procesos históricos no
ocurren así. El futuro no surge porque sea
necesario o ventajoso.
Las diversificaciones de los seres vivos en la
historia de la biosfera es el resultado de las diferentes maneras de vivir
acaecidas espontáneamente.
La historia de los
seres vivos es la historia del mantenimiento de los distintos modos de vida que
se conservaron porque los organismos los vivieron y los reprodujeron.
La historia cultural
humana es un fenómeno similar, de ahí la gran diversidad de culturas surgidas
de los distintos modos de convivir en el devenir de la humanidad.
La manera de
convivir conservada como un cierto modo de vivir queda definida
fundamentalmente por el tejido emocional.
Cada vez que se
conserva generacionalmente una nueva configuración emocional surge una nueva
cultura.
Esta no se conserva
porque sea más ventajosa, sino solo porque se conserva y persiste. Se modifica
guiada y acotada por la nueva configuración que se conserva en el aprendizaje
de los niños y niñas.
En
la medida en que estos aprenden a vivir en la nueva emocionalidad, crean un
nuevo ámbito en el que se criarán posteriormente sus propios hijos.
En esta dinámica
aparece una nueva cultura. No surge porque sea mejor, sino que se conserva en
el devenir y dicha comunidad se hace dependiente de ella.
Según lo anterior, al
intentar comprender el origen del patriarcado europeo al que pertenecemos como
cultura en el presente, lo que hacemos es ver las circunstancias del
vivir que hicieron posible el cambio en el emocionar que al mismo tiempo
que le dio origen como un modo de convivir, constituyó la dinámica relacional
sistémica que llevó a su conservación generación tras generación con
independencia de las consecuencias que tuvo.
No hablamos de
fuerzas, presiones o ventajas usados frecuentemente como argumentos para
explicar la direccionalidad del devenir histórico, porque tales nociones no se
aplican a la dinámica sistémica y la conservación cultural.
Al hablar del origen
del patriarcado mostramos que éste es un modo de emocionar que puede ser vivido
de muchas maneras diferentes, y que, si no reconocemos esto, podemos
confundirlo con símbolos, ideas, instituciones o conductas particulares,
permaneciendo ciegos ante lo que ocurre en la infancia, sin poder ver que es
el emocionar que se aprende en la infancia lo que resulta en la conservación
del patriarcado como modo de emocionar.
MATERNIDAD
Consideramos que la
relación materno-infantil es un fenómeno biológico humano, que involucra
a la madre no como mujer, sino como adulto, en una relación de cuidado,
para lo cual tanto la mujer como el hombre están biológicamente dotados de igual
manera.
La maternidad es
una relación de cuidado, no una tarea asociada al sexo.
Consideramos que la
sexualidad humana es un aspecto del vivir relacional corporal y
espiritual humanos, que surge desde la biología como un elemento
fundamental en la armonía amorosa de la convivencia que vivimos en el emocionar
común, y en el cual la reproducción es un fenómeno ocasional que
puede ser evitado.
En este contexto,
las consecuencias fundamentales de la sexualidad humana son lazos de
intimidad sensual, visionaria, de placer en la convivencia, ternura, cuidado
por el otro, y una coexistencia amorosa y estética en un modo de
convivir en el que el cuidado por los niños puede surgir como un placer sensual
y espiritual, cuando se vive como una elección y no como una obligación.
Para que suceda lo
anterior, la relación materno-infantil tiene que vivirse en el juego, en
una intimidad corporal fundada en la total confianza y aceptación mutua, no
en el control o la exigencia, manera de vivir que abre las compuertas para
la extensión de la vida matrística de la infancia a la vida adulta.
Se invita a
reflexionar sobre los fundamentos de nuestra historia cultural, con una
mirada destinada a expandir la comprensión de lo humano.
Una invitación a la participación
responsable en la modulación de esa historia que deseamos vivir, no
como pensamos que debería ser.
Es de acuerdo con
nuestro emocionar, y en particular con nuestros deseos, y no con nuestro
razonar, como vivirán nuestros hijos y el mundo que generaremos ellos y
nosotros al transformarnos haciendo la historia de nuestro vivir.
BIOLOGIA
Nada
puede suceder ni sucedernos a los humanos que no sea permitido por nuestra
biología. Al mismo tiempo, nuestra biología no determina
lo que nos suceda a lo largo del vivir.
Para que algo ocurra
en un ser vivo ha de haber historia, ha de haber un devenir del ser vivo en
un ámbito de interacciones que le es operacionalmente independiente.
Es por esto por lo
que, en un sentido estricto no se puede hablar de determinismo biológico.
Somos entes
biológicos que existimos en un espacio biológico cultural.
Como entidades
biológicas hombres y mujeres somos sexualmente clases distintas de animales.
Pero esta diferencia no determina como nos comportamos culturalmente.
GENERO
Como
entes biológicos culturales, hombres y mujeres somos igualmente capaces de todo
lo humano.
Las
diferencias de género -masculino y femenino- son solo formas culturales
particulares de vivir, redes particulares de interrelaciones, comportamientos,
lenguaje, conversaciones y es por esto por lo que los distintos valores que
nuestra cultura patriarcal confiere a las diferencias de género no tienen
fundamento biológico.
Las
diferencias sexuales son biológicas, pero el cómo las vivimos es un fenómeno
cultural.
Las diferencias de género masculino-femenino
propias de nuestra cultura patriarcal pertenecen a cómo vivimos culturalmente
nuestras diferencias bilógicas de hombres y mujeres desde un fundamento de
igualdad en nuestro ser biológico cultural.
La igualdad de
hombre y mujer en el ser biológico cultural no niega las diferencias biológicas
de los sexos masculino y femenino.
Entender esto es
fundamental para comprender las consecuencias posibles que los distintos modos
de vivir cultural tienen.
No debemos ignorar
que, así como la historia cultural sigue el camino de la manera de vivir que se
conserva, la manera de vivir que se conserva en una cultura guía el curso
que la biología sigue en la historia, y cómo se transforma según ese vivir.
La humanidad comenzó hace tres millones de
años con la conservación de una manera de vivir que involucraban la
colaboración de los dos sexos en el vivir cotidiano, compartiendo alimentos,
ternura y sensualidad de hecho, como un aspecto natural de ese vivir.
COLABORACION
La colaboración no es obediencia. La
colaboración tiene lugar en la realización espontanea de conductas coherentes
por dos o más seres vivos.
La colaboración es
un fenómeno puramente biológico cuando no involucra un acuerdo previo. Por el
contrario, cuando involucra el acuerdo previo es un fenómeno humano.
La colaboración surge en un deseo espontáneo
que lleva a una acción que resulta concertada desde el placer.
En la colaboración
no hay división del trabajo.
La emoción
involucrada en la división del trabajo es la obediencia.
La mayor parte de la
historia de la humanidad debe haber transcurrido en la colaboración de los
sexos, no en la división del trabajo que vivimos en nuestra cultura
patriarcal como separación sexual de los quehaceres.
Es la emoción bajo
la cual hacemos lo que hacemos como hombres y mujeres, lo que hace o no a
nuestro quehacer una actividad asociada al género masculino o femenino de
acuerdo con la separación valorativa propia de nuestra cultura patriarcal que
niega la colaboración.
RESPETO
Hablamos de lo que sucede en las relaciones
materno-infantiles como una actividad independiente del género.
Hablamos de lo que
los estudios revelan sobre la biología de la humanización, aunque lo humano sea
una condición cultural.
Pero al mismo
tiempo, hacemos esto revelando lo que implica llegar a ser un ser humano
socialmente integrado como un fenómeno biológico en un vivir social que es
cultural.
Revelamos las
condiciones biológicas del proceso de humanización en cualquier cultura,
dejando ver que el tipo de ser humano que se llega a ser en cada caso es
algo propio de la cultura en que se crece.
No estamos
biológicamente obligados a ser seres humanos de un tipo u otro.
No podemos
predeterminar que un niño crezca como un ser que vive en el respeto por sí
mismo y por el otro llegando a ser un adulto socialmente responsable,
especificando algunos aspectos del medio que van a controlar su desarrollo al
comienzo de su vida y ha forzarlo a conducirse así.
Tampoco podemos,
restringiendo su conducta de una u otra manera, forzarlo a que llegue a ser un
adulto que vive en el respeto propio y el respeto del otro.
El respeto forzado niega el respeto. El niño
debe vivir en la dignidad de ser respetado y de respetar al otro para llegar a
ser un adulto que se respeta a sí mismo y respeta al otro viviendo como un ser
con responsabilidad social, cualquiera sea el tipo de vida que le toque vivir,
y sabemos, que para que esto pase debe respetarse la biología de la relación
materno-infantil.
El niño y la niña deben crecer en la biología
del amor y no en la biología de la exigencia y la obediencia.
MATERNIDAD
Al
comprender la relación materno-infantil, debemos comprender también que la
mujer no necesita tener hijos para ser mujer y que un hombre no necesita
participar en la procreación del hijo para ser hombre.
La maternidad, femenina o masculina, es un
fenómeno cultural que puede o no, vivirse en coherencia con sus fundamentos
biológicos y las consecuencias son diferentes en cada caso.
Porque la maternidad
es un fenómeno cultural, la procreación está abierta a la elección. Y porque la
procreación está abierta a la elección, podemos vivirla o no vivirla según
nuestra elección y ser culturalmente responsable con respecto a ella.
SUBORDINACION CULTURAL PATRIARCAL
Lo
que define o constituye al patriarcado no es la relación de sometimiento o
subordinación de la mujer al hombre. Tal relación no es primaria en el origen
del patriarcado.
Es
el emocionar que constituye la apropiación: impedir el acceso normal de otro ser a algo que le es naturalmente
legítimo.
El
emocionar que constituye el poder y la obediencia: negación
de sí mismo y negación del otro a cambio de conservar algo.
El
emocionar de la jerarquía y la autoridad: negación del
otro y de sí mismo aceptada ante un argumento trascendental de carácter
racional, espiritual o místico.
El
emocionar de la amistad y la enemistad junto con el deseo de control: la negación del otro en la falta de confianza.
Este emocionar debe haberse establecido como
un aspecto de la manera cotidiana de vivir antes que las mujeres hayan podido
ser sometidas y esclavizadas en el medio patriarcal de modo que sus hijos hayan
podido llegar a ser adultos que aceptaban la esclavización de sus madres como
algo natural.
El
hacer algo por otro o para otro no constituye subordinación o servidumbre, es
la emoción bajo la cual se hace o se recibe lo que se hace, lo que constituye a
ese hacer como subordinación no.
Nosotros, europeos u
occidentales modernos, pensamos desde la cultura patriarcal en la que
vivimos y a la que pertenecemos, pensamos y hablamos desde el espacio
psíquico patriarcal y no nos resulta fácil ver otra cultura en sus propios
términos.
Por esto, como
gente patriarcal no podemos imaginar la separación de las actividades del
hombre y de la mujer como algo diferente de aquello que evoca la noción de
división del trabajo como noción patriarcal que se usa en general, para
justificar la subordinación de la mujer al hombre bajo el argumento de los
roles masculino y femenino.
Describimos las
actividades masculinas y femeninas de otras culturas con el discurso de la
división del trabajo de nuestra cultura patriarcal.
Vivimos las
relaciones entre hombres y mujeres de otras culturas como lo hacemos en nuestra
cultura patriarcal, cualquiera que sea el emocionar que ellos y ellas vivan
allí.
El respeto por sí
mismo y por el otro surgen en relaciones de aceptación mutua en el encuentro
corporal en el ámbito de una confianza mutua total.
El abuso -uso forzado- y la mutilación del
cuerpo de una persona por otra violando esta confianza
mutua fundamental, destruye en la persona abusada el respeto por sí misma
y su posibilidad de participar en la dinámica del respeto mutuo que constituye
a la coexistencia social.
La pérdida del respeto por sí mismo y la
pérdida del respeto por el otro involucrado en tales acciones destruyen la
identidad social y la dignidad individual de un ser humano
como aspectos de su dinámica biológica y surge en él o ella una desolación que solo puede curarse mediante la recuperación del respeto por sí
mismo y el otro.
La destrucción del respeto por sí mismo
mediante el abuso corporal resulta en la aceptación de una situación de
subordinación por el abusado.
Pero para que se de
la aceptación de la subordinación como una relación legítima tanto por el
abusador como por el abusado, ambos deben vivir en el espacio psíquico de la
apropiación.
Tal manera de vivir en nuestra cultura
occidental surgió con el patriarcado.
El que las mujeres
hayan aceptado el abuso y dominación del hombre en tanto patriarca como una
condición legítima de convivencia, y hayan pasado a ser la fuente principal de
servidumbre y esclavitud en nuestra cultura es una consecuencia de la expansión
del espacio psíquico del patriarcado a través de la apropiación de las mujeres
patriarcales y no patriarcales en la guerra, y su subordinación mediante la
sexualidad y el trabajo forzado.
Mediante el
emocionar de la apropiación, el patriarcado crea el espacio psíquico que
hace posible la destrucción de la colaboración fundamental de hombres y mujeres
propia de la vida matrística.
La
servidumbre y la esclavitud de la mujer surgen en la expansión del patriarcado
en la guerra y en la piratería resultado del crecimiento de la población que
trae consigo la valoración de la procreación que ésta implica. La servidumbre y
la esclavitud es secundaria al patriarcado y no un factor generador de éste.
CAMBIO CULTURAL
¿Cuál es la
temporalidad del cambio cultural? Puede ser rápido o lento, no puede ser
especificado, pero solo ocurre en tanto se da el cambio en el emocionar que
asegura la nueva red de relaciones que constituye la nueva cultura.
La conservación del
nuevo emocionar debe ocurrir a través de los niños y niñas de la
comunidad.
EL cómo vivimos con nuestros niños y niñas es
a la vez tanto la fuente y el fundamento del cambio cultural, como el mecanismo
que asegura la conservación de la cultura que se vive.
El
espacio psíquico, como el campo en el que tiene lugar la existencia
humana, así como el modo de relacionarse con otros y consigo mismo que tienen
los seres humanos, como seres que existen al conversar, se aprende de hecho
al vivir en la multidimensionalidad del vivir humano viviendo como humano.
Al niño no se le enseña el espacio psíquico de
su cultura, se hace en él.
El patriarcado es un
modo de vivir un espacio psíquico. Si queremos recuperar la igualdad
colaborativa de la relación hombre-mujer de la vida matrística, tenemos que
generar un espacio psíquico neo - matrístico en el que hombres y mujeres surjan
como iguales colaboradores en el vivir de hecho, sin esfuerzo, como simple
resultado de su crecimiento como niños en ese espacio psíquico en el que las diferencias de sexo son solo diferencias de sexo.
Debemos vivir como hombres y mujeres que viven
como colaboradores iguales a través de una co -inspiración en la
que hombres y mujeres co - participan en la creación de una convivencia
mutuamente, acogedora y liberadora que se prolonga desde la infancia a la vida
adulta.
INTRODUCCION
La vida humana es vivida en el fluir emocional
que constituye cada instante el escenario básico desde el que surgen nuestras
acciones.
Son
nuestras emociones: deseos, preferencias, miedos, ambiciones…, lo que determina
en cada momento lo que hacemos, no es nuestra razón la determinante.
Cada
vez que afirmamos que nuestra conducta es racional, los argumentos que
esgrimimos ocultan los fundamentos emocionales sobre los que se apoya y surge
nuestra supuesta conducta racional.
Los miembros de
distintas culturas actúan de manera distinta llevados por configuraciones
diferentes de su emocionar que determinan en ellos, modos de ver o no ver
diferentes significados en lo que hacen o no, distintos contenidos en sus
simbolizaciones, distintos cursos en su pensar, como modos distintos de vivir.
Son los distintos
modos de emocionar de las distintas culturas lo que las hace distintas.
Si entendemos los
fundamentos de nuestra cultura podremos entender mejor lo que hacemos o no como
miembros de ella.
CULTURA
Las emociones preexisten al
lenguaje en la historia de la humanidad como distintos modos de actuar en las
relaciones.
Al hablar de amor, miedo, vergüenza, envidia, enojo, connotamos
campos de acciones diferentes y sabemos que en cada uno de ellos solo se pueden
realizar ciertas cosas y no otras.
La emoción define la acción.
Es la emoción bajo la cual tiene lugar una conducta o gesto lo que
define a esa conducta, por ejemplo, como invitación o amenaza.
Si
queremos saber comprender lo que sucede en una conversación, tenemos que ver la
emoción que especifica el campo de acciones.
El significado de las palabras cambia con el fluir del emocionar.
Cuando hablamos de cultura nos referimos a una red cerrada de
conversaciones -red de coordinaciones de emociones y acciones de
entrelazamiento entre un grupo de gente- que define una manera de convivir
humana.
Una
cultura es un sistema cerrado que genera a sus miembros en la medida en que
estos la realizan a través de su participación que la define.
Ninguna
acción ni emoción particular define una cultura, porque no entabla una red de
conversaciones con otros miembros.
Diferentes
culturas suponen diferentes redes de relaciones y emociones.
Un cambio cultural es
un cambio en la configuración relacional, emocional.
Los bordes de una
cultura son operacionales y surgen con su establecimiento. La pertenencia a una
cultura es una condición operacional, no una condición constitutiva ni
intrínseca. Cualquier ser humano puede pertenecer a distintas culturas en
diferentes momentos de su vida.
CAMBIO
CULTURAL
Una cultura desaparece cuando la configuración
de la red de conversaciones deja de conservarse. Para entender el cambio
cultural hemos de reconocer el cambio emocional que se produce.
CULTURA
MATRISTICA Y CULTURA PATRIARCAL
La historia
humana ha seguido un curso determinado por las emociones, en particular por los
deseos y las preferencias.
Estos surgen en nosotros en cada instante en el
entrelazamiento de nuestra biología y nuestra cultura, lo que constituye en
cada instante nuestra acciones.
Siempre actuamos según nuestros deseos. Si no
entendemos esto no entendemos nuestro ser cultural.
Los aspectos puramente patriarcales de nuestra
manera de vivir se caracterizan por la valoración de la guerra, la competencia,
la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la procreación, el
crecimiento, la apropiación de recursos y la justificación racional del control
y de la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad.
Nuestra cultura patriarcal dice: luchar contra la pobreza,
luchar contra las injusticias, luchar contra la contaminación… Vivimos como si
todos nuestros actos requiriesen la fuerza y la lucha.
Vivimos en la desconfianza de la autonomía de
los otros,
y buscamos la certidumbre en el control de nosotros, de los demás y del mundo.
Continuamente hablamos de controlar nuestra
conducta o nuestras emociones. Nos apropiamos del derecho a decidir de los
demás.
Vivimos en la jerarquía que exige la obediencia, afirmando que la
coexistencia requiere la autoridad y la subordinación.
Y siempre tratamos las relaciones humanas es
estos términos.
Justificamos la competencia, el encuentro en la
negación mutua, como la manera de establecer los privilegios, bajo la
justificación de promover el progreso social.
No aceptamos los desacuerdos como situaciones
legítimas que son los puntos de partida para una acción concertada y un
propósito común.
Solamente toleramos al diferente si podemos
llevarle por nuestro camino o convencerlo de que está equivocado.
Vivimos en la apropiación y creemos legitimo
establecer por la fuerza la restricción de los demás.
Mientras, retenemos para nosotros la libertad
de movernos en las áreas que restringimos a los demás, justificándolo con
principios y verdades de las que también nos hemos apropiado.
Estamos siempre listos a tratar los desacuerdos
como disputas o luchas, a los argumentos con armas.
Según los
datos arqueológicos
se puede deducir que la cultura matrística se define completamente distinta a
la patriarcal.
Hace 5000 o 7000 años antes de Cristo los
pueblos eran agricultores y recolectores, no fortificaban los poblados, no
tenían diferencias jerárquicas ni entre hombre ni entre mujeres. No usaban
armas.
Las actividades cúlticas, ceremonias, estaban centradas
en lo sagrado, en un mundo penetrado por la armonía.
Los
campos de cultivo no eran divididos, ni eran propiedad. Hombres y mujeres
vestía de forma similar.
El deseo
de dominación reciproca no debía formar parte del vivir cotidiano. El respeto
mutuo sería el modo cotidiano de coexistencia. La vida no puede estar centrada
en la justificación de las acciones que implican la apropiación.
Debieron
ser relaciones de participación, inclusión, colaboración, acuerdo, respeto y co-inspiración.
EMOCIONAR
Nuestra cultura tiene sus propias fuentes de
conflicto al estar fundada en el fluir de un emocionar contradictorio que nos
lleva al sufrimiento o la reflexión.
Mientras entran en el proceso de hacerse
humanos y miembros de la cultura de su madre, en un vivir centrado en la biología
del amor, niñas y niños la viven como una danza gozosa, de coexistencia
armónica desde la cooperación y el entendimiento.
La segunda fase de su vida en la cultura
patriarcal es vivida como un continuo esfuerzo por la apropiación y el control
de los otros, luchando siempre en contra de nuevos enemigos, entrando en la
negación reciproca de la sensualidad y la ternura.
Entonces
se entra en una contradicción emocional que se intenta sobrellevar a través del
control o la auto - dominación o transformándola en literatura, escribiendo
utopías, como una reflexión o abandonar el mundo refugiándose en la
desesperanza, volvernos neuróticos o decidir vivir en una vida matrística en la
biología del amor. -p.29-
El niño o
la niña que no vive su infancia temprana en una relación de total confianza y
aceptación en un encuentro corporal intimo con su madre, no se desarrolla
propiamente como un ser social bien integrado.
La manera en que se vive la infancia y el paso
a la vida adulta en cada cultura es lo que diferencia las infancias de las
distintas culturas.
En la cultura matrística los niños accedían a
la vida adulta en el mismo emocionar de su infancia, en la aceptación mutua, la
cooperación, respeto y dignidad consigo mismo y con el otro.
En la
cultura matrística ha de haberse vivido un pensamiento sistémico, manejando un
mundo en el que nada era en sí por sí mismo, si no que todo era según sus
conexiones con los demás.
El niño
crecería con nuevas actividades y responsabilidades, siempre en la feliz
participación en un mundo presente en el vivir. Los pueblos matrísticos han de
haber vivido una vida de responsabilidad en la conciencia y la pertenencia a un
mundo natural.
El
pensamiento patriarcal es esencialmente lineal, tiene lugar en un
trasfondo de apropiación y control y se mueve orientado hacia la obtención de
algún resultado particular porque no atiende a las interacciones de la
existencia.
Por esto,
el pensamiento patriarcal es sistemáticamente irresponsable.
El
pensamiento matrístico tiene lugar en un trasfondo de conciencia de la
interconectividad de toda existencia, por ello, ha de vivirse en el
entendimiento implícito de que todas las acciones humanas tienen siempre
consecuencias en su totalidad de la existencia.
Por tanto, en la medida en que niño y niña se
hacían adultos en la cultura matrística, tienen que haber vivido la continua
expansión de la misma manera de vivir: armonía
en el convivir, participación e inclusión en una vida y un mundo que estaban
permanentemente bajo su cuidado y responsabilidad.
Las
relaciones humanas no eran relaciones de control ni de dominación, sino
relaciones de congruencia y cooperación, en un vivir interconectado en el que
la estética y la sensualidad eran su expresión normal.
El vivir de esa manera requiere una apertura emocional
a la legitimidad de la multidimensionalidad de la existencia que solo la
biología del amor proporciona.
La vida
matrística estaba centrada en el amor, como el origen mismo de la humanidad, y en
ella la agresión y la competencia eran fenómenos ocasionales, no modos
cotidianos de vivir.
Origen de
nuestra cultura patriarcal
Si la
cultura matrística estaba centrada en el amor, ¿Cómo pudo surgir la cultura
patriarcal centrada en el dominio y la apropiación?
El patriarcado fue traído por pueblos invasores.
El origen de una nueva cultura basada en una nueva emocionalidad surge como una
variación ocasional en el emocionar cotidiano. Y que comenzó a conservarse
generación tras generación como simple resultado del aprendizaje en la
infancia.
Los cambios en el emocionar ocurren en el
proceso de los cambios en el trabajo, en la situación económica o el ámbito de
la mística. Yo creo que no es así, sino que ambas cuestiones van juntas.
El 1º paso ha debido ser la operación
inconsciente que constituye la apropiación.
En el modo de vida pastoral, al matar al lobo
no se hace para comer sino para impedir que se como a la oveja, por ello la
vida del lobo es tomada para conservar una posesión.
Las emociones son diferentes en estos actos,
matar para comer o matar para guardar una posesión. Cuando se caza para comer
el animal cazado es un amigo, cuando se mata para poseer el animal cazado es un
enemigo.
Con el pastoreo surgió el enemigo. Junto al
emocionar de la apropiación surgieron la enemistad, la valorización de la
procreación, el control de la sexualidad de las mujeres como procreadoras por
el patriarca….
-
Relaciones
de apropiación
-
Relaciones
con el mundo natural
-
Relaciones
con el vivir
-
Relaciones
de existencia mística
p.42
Cultura matrística: experiencia mística vivida como una pertenencia
pletórica de gozo en una red amplia de existencia cíclica que engloba todo lo
vivo y no vivo en el flujo de nacimiento y muerte. Implica el auto-respeto y
dignidad de la confianza y aceptación mutua
Cultura
patriarcal: la
experiencia mística es vivida como pertenencia
a un ámbito cósmico inmenso temible y seductor, de una autoridad arbitraria e
invisible, implicando una absoluta negación de sí mismo en la total sumisión al
poder, propia al flujo unidireccional de enemistad.
El
misticismo matristico invita a la participación y la colaboración en el auto respeto
y respeto del otro. Es inevitablemente no exigente, ni profético, ni misionero.
El
misticismo patriarcal
invita a la autonegación de la sumisión, inevitablemente se vuelve exigente,
profético y misionero.
Digresión
fisiológica: la forma en que el sistema nervioso de un animal opera es
necesariamente siempre función de su particular historia de vida, debido a
esto, un sistema nervioso siempre implica la historia de vida individual del
animal que integra. Nuestro sistema nervioso necesariamente siempre opera de
una manera congruente con la cultura a la que pertenecemos generando una
dinámica conductual que hace sentido en ella.
Los valores, las imágenes, los deseos, los
temores… que una persona vive, esté despierta o soñando, son los valores de su
cultura más las variaciones que haya añadido en su vida particular personal.
Debido a esta relación entre el sistema
nervioso y la cultura en la que se vive, la gente de la cultura matrística y la
patriarcal, han debido tener experiencias místicas diferentes, cada una con una
emocionalidad distinta.
Propongo una reconstrucción de nuestra cultura
patriarcal basada en la conciencia de que todas las experiencias ocurren como
parte de las relaciones que constituye la cultura y que incorporan a su
emocionalidad. Puesto que es la emoción de una cultura lo que define su
carácter.
En la cultura patriarcal, su crecimiento, es
paralelo al crecimiento de los rebaños, con el abuso de los pastizales y a la
expansión territorial, con el conflicto consiguiente con otras comunidades.
La guerra, la piratería, la dominación y la
esclavitud debieron comenzar entonces eventualmente, produciendo migraciones
masivas en busca de más recursos de los que apropiarse.
Bajo estas circunstancias nuestros ancestros
llegarían a Europa, en un movimiento de conquista, piratería y dominio.
Si la apropiación se legitima, si la enemistad
se hace parte de la emocionalidad de la cultura, si la autoridad, la
dominación, y el control se caracterizan en la forma de vivir de una comunidad,
entonces se hace natural.
Entonces todo queda abierto a la apropiación:
hombres, mujeres, animales, cosas, tierras, creencias. Todo puede ser capturado
por la fuerza de igual manera que el lobo fue excluido de alimentarse del
rebaño.
En la medida en que los pueblos patriarcales
invasores llegaron a Europa, trajeron consigo la guerra, pero también un modo
de ser emocional diferente. Los pueblos patriarcales fueron dueños de
propiedades, defensores de la propiedad, jerárquicos, exigieron obediencia y
subordinación, valoraron la procreación y controlaron la sexualidad de las
mujeres.
La cultura matrística no se parecía en nada a
esto. Y hubo de haber intereses por destruirla.
Si se
vive centrado en la apropiación vivimos tanto nuestras propiedades como
nuestras ideas como si ellas fueran nuestra identidad. Así somos los
occidentales, vivimos cualquier amenaza a una propiedad, y a nuestras ideas
como un peligro a nuestra existencia.
En la
invasión de la cultura patriarcal, las creencias, para defenderse de la amenaza
matrística, se convirtieron en religiones.
Una
religión es un sistema cerrado de creencias, definido por sus creyentes como
único y verdadero.
En el proceso de defender su modo de vivir, los
patriarcas crearon una frontera de negación del modo de vivir distinto al suyo.
La
apropiación de una verdad mística que se sostiene como verdad universal, es el
punto de partida o nacimiento de una religión.
Nuestra cultura patriarcal confunde la religión
con la espiritualidad. Esta confusión oculta el hecho de que una religión no
puede existir sin la apropiación de ideas y creencias y no permite ver la
emocionalidad que la constituye. La llegada del pensamiento religioso
mediante la defensa de lo que es verdadero y la negación de lo que es falso, es
un proceso que nos ha cegado acerca de las bases emocionales de nuestros actos
y por consiguiente, acerca de nuestra responsabilidad en esos actos, y ha
obstruido la posibilidad de entender que la historia humana sigue el camino de
la emocionalidad y no un curso guiado por posibilidades materiales o recursos
naturales, debido a que oscurece nuestra visión de que son nuestros deseos y
preferencias lo que determina qué vivimos como verdad, qué vivimos como una
necesidad, qué vivimos como una ventaja, qué vivimos como un hecho.
COMPARACIONES
Cultura
patriarcal
-
Apropiación
-
La
fertilidad surge como noción que valora la procreación, en un proceso de
crecimiento.
-
La
sexualidad de las mujeres se asocia a la procreación y queda bajo control del
patriarca.
-
Se
valora la procreación y se abomina de cualquier control de la natalidad, y de
la regulación del crecimiento de la población.
-
La
guerra y la competencia surgen como modos naturales de convivencia y como
valores y virtudes.
-
Lo
místico se vive relacionado a la subordinación, a una autoridad cósmica que
requiere obediencia y sumisión.
-
Los
dioses surgen como autoridades normativas arbitrarias que exigen total sumisión
y obediencia.
-
El
pensamiento es lineal y se vive en la exigencia de la sumisión a la autoridad
en la negación de lo diferente.
-
Las
relaciones interpersonales surgen basadas en la autoridad, la obediencia y el
control.
-
No
aparece una oposición intrínseca entre hombres y mujeres pero subordina la
mujer al hombre desde la apropiación de la procreación como un valor.
Cultura
matrística
-
Participación.
-
La
fertilidad surge como visión de la abundancia armoniosa de las cosas vivas en
una red coherente de ciclos de nacimiento y muerte.
-
La
sexualidad de las mujeres y los hombres surge como un acto asociado a la
sensualidad y la ternura.
-
En
la procreación se aceptan acciones de control y regulación de la natalidad y
del crecimiento de la población.
-
Valorización
de la cooperación y el compañerismo como modos naturales de convivencia.
-
Lo
místico surge como participación consciente en la realización y conservación de
la armonía de la existencia en un ciclo coherente de vida y muerte.
-
Las
diosas surgen como relaciones de evocación de la generación y conservación de
la armonía.
-
El
pensamiento es sistémico y se vive en la invitación a la reflexión frente a lo
diferente.
-
Las
relaciones interpersonales surgen basadas en el acuerdo, la cooperación y la
coinspiración.
-
No
aparece una oposición entre hombres y mujeres ni subordinación de uno al otro.
El hombre
patriarcal como poseedor de la madre llegó a ser para el niño el padre, una
autoridad que negaba el amor al mismo tiempo que lo exigía, un ser cercano y
distante que era a la vez amigo y enemigo, que igualaba la hombría con la
fuerza y la dominación, y la femineidad con la debilidad y la emoción.
Las
mujeres encontraron que su único refugio ante la imposibilidad de escapar al
control posesivo de los hombres era conservar su cultura matrística en relación
con sus hijos e hijas, sobre todo respecto a sus hijas, que no tenían un futuro
de autonomía en la vida adulta como sus hijos.
Los hijos
vivieron una contradicción en cuanto crecían en una comunidad matrística por
unos años, para entrar en la patriarcal en la vida adulta.
Esta
contradicción sigue presente como una fuente de sufrimiento, aunque no la
reconocemos. Podemos verla a través de los mitos y los cuentos, ya sea como una
lucha entre el niño y el padre en la competencia por el amor de la madre, o
como expresión de una disarmonía biológica entre lo masculino y lo femenino.
continuará…..
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