El desarrollo de la vida se basa en la comunicación.
Esta, además de ser la base primordial de la vida, lo es también de todo lo que ella significa en sus
diversas manifestaciones y facetas y en su evolución hasta llegar al hombre.
La comunicación existente dentro de las células, en sus microscópicos elementos internos en relación con sus funciones, y de todo el organismo vivo, en su interior y en su
interrelación con el exterior del cual depende para vivir.
La comunicación que
dio lugar a la vida y ha dado lugar a la convivencia, a la sociabilidad, a la
colaboración, a la repartición de tareas,
al cuidado y protección de las crías, al altruismo del grupo, a la
empatía, es el prerrequisito de lo que es el
amor, la emoción primordial de la vida, de la organización y del orden
biológico, que nos ha llevado a la convivencia humana.
Las emociones son
improntas, marcas o señales, que el ser vivo ha desarrollado en su
interrelación con el entorno para conducirle por el camino de la vida.
Las emociones nos señalan lo qué es bueno o malo para
vivir, en estrecha relación con lo que nos causa placer o displacer, dolor.
Para avisarnos de ello, para que huyamos o rechacemos lo que nos causa dolor
y pongamos remedio a ello, para que vayamos por el camino de lo que es bueno y nos
causa placer.
Las necesidades se organizan en torno a lo que es bueno y nos
causa placer. El amor es considerado la emoción primordial –según dice
Maturana- la principal causante del placer de vivir y de las relaciones que se
establecen con los demás, porque ella
es el culmen de las adquisiciones en la sociabilidad del placer de vivir en la
convivencia.
El amor es además el
mayor sostenimiento de nuestras otras necesidades primarias: La
alimentación, la salud, el deseo de vivir, el cuidado, la protección, la
seguridad, la confianza, la atención, el ser tenido en cuenta, el desarrollo,
la integridad personal.
El más alto
paradigma del amor es el de la madre por el hijo –amor biológico y social- en
el que ella lo da todo a cambio de nada, a cambio de ver florecer al hijo.
-Pero
este amor podría convertirse en despótico si no le deja florecer libremente, lo
que significa procurarle vivir independientemente, sin ataduras-.
El amor desinteresado se lo ha proporcionado a la madre el propio desarrollo de la
vida. El amor es biológico porque sin el amor de la madre no podríamos vivir.
Necesitamos a la madre con sus cuidados para vivir, necesitamos a los otros
para desarrollar nuestras capacidades.
Y el amor es social porque sin los otros no lo podríamos satisfacer. La vida ha ido
dotando a los seres vivos de la necesidad de los otros. Para ello ha ido
elaborando tramas de relaciones, formas de enlazarse unos con otros en
dependencia mutua. Así, las crías necesitan a sus padres para poder vivir en los
primeros momentos de la vida.
A medida que las especies han ido evolucionando, estos lazos se hacen mayores, los seres son más dependientes de sus padres,
pero para hacerse con ello, más independientes.
El ser humano es el más
dependiente en su nacimiento y paradójicamente,
para ser el más independiente en su madurez, ya que hasta pasados varios
años desde su nacimiento no puede vivir solo, sin embargo luego llega a ser el de mayor independencia y autonomía, mientras que los otros seres vivos que
nos preceden, pueden llegar a vivir con una cierta autonomía desde que nacen, pero no adquieren una independencia mayor con su desarrollo.
Pero todos, ellos y nosotros nacemos con una serie de improntas, de huellas, de
marcas, de conductas para estar ligados a los de nuestra especie, ser reconocidos
y con ello tener un seguro de vida. Así pues, las madres reconocen a sus crías
y están disponibles para ellas, sabiendo cómo las tienen que cuidar y proteger.
Y las crías gozan de conductas para demandar a sus madres sus necesidades si a
estas se las olvidara. Así, el niño, llora, patalea, se incomoda, llama la atención...
Crecemos en nuestra
interrelación con los otros. Los otros son el espejo, la motivación, el
estímulo, los otros son el riego que nos alimenta, el sol que nos alumbra, la
atención que nos tiene en cuenta.
El amor es el resultado de la sociabilidad,
de la convivencia, del altruismo, de la empatía, de ser reconocidos como seres. Todas esas condiciones fraguadas y desarrolladas en el complejo proceso de la
vida y de la evolución de las especies que nos han precedido.
Por todo ello, nos
dice Maturana: “Nosotros, los seres
humanos, somos seres biológicamente amorosos
como un rasgo este de nuestra historia evolutiva.
Esto significa dos cosas: la primera
es que el amor ha sido la emoción central conservada en la historia evolutiva que nos dio origen desde hace unos
cinco a seis millones de años
atrás; la segunda es que enfermamos cuando se nos priva de amor como emoción fundamental en la cual transcurre nuestra existencia
relacional con otros y con nosotros mismos.”
Al considerar el amor como el
reconocimiento de nuestro ser por los otros, de nuestra idiosincrasia, aquello
que nos hace únicos, y lo que ello conlleva: ser tenidos en cuenta, ser
respetados en nuestra singularidad, su fractura, su falta, nos enferma no solo
a un nivel psíquico, con depresiones, neurosis, patologías, o enfermedades
mentales diversas, las sociopatías, la maldad, el desarraigo, etc., etc., sino
físicamente también, puesto que la unidad entre el cuerpo físico y los estados
mentales es obvia y reconocida, y su influencia es diversa también, desde un
malestar respiratorio, una urticaria, un cáncer, o cualquier otra enfermedad.
Cuando la integridad del ser se rompe su manifestación es la enfermedad.
Por ello dice Maturana que enfermamos cuando se nos priva de amor.
Visto de otro modo, en psicología se sabe que todas las neurosis son el
resultado de problemas de amor, -entendido el amor como lo hemos descrito-,
produciendo a su vez, diversas manifestaciones somáticas. Y aún más, los niños
del hospicio descritos por Spitz sufrían retrasos psicomotores graves, como
resultado de la falta de amor. Son muchos los casos que podemos describir, -la
pérdida de un ser querido, nuestro propio desamor manifestado como
infravaloración, etc., pero ahora sigamos escuchando a Maturana:
“El amor es un fenómeno relacional
biológico, consistente en la clase de conductas a través de las cuales el otro
surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia. Si no hay amor no
hay socialización genuina. Una sociedad
en la que se acaba el amor entre sus miembros, se desintegra.” “Los seres vivos tienen dos dimensiones de existencia. Una
es su fisiología, anatomía y estructura, la otra, sus relaciones con
otros seres, su existencia como totalidad, lo que nos constituye como humanos
es este dominio relacional donde se configura nuestro ser. Todo lo espiritual, los valores, la historia, la filosofía
pertenecen al ámbito de las relaciones. El organismo existe en una
armonía interna que se pierde cuando sus relaciones e interacciones dejan de ser congruentes. La
negación del amor rompe esta congruencia y da origen a alteraciones
fisiológicas que hacen posible alteraciones en todos los procesos
homeostáticos. La mayor parte del sufrimiento humano y de las enfermedades,
tienen su origen en la negación del amor.” “El amor es la aceptación del otro junto
a uno en la convivencia. Es el
fundamento biológico del fenómeno social. Sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización y sin
socialización no hay humanidad. Cualquier cosa que limite o destruya la
aceptación del otro junto a uno, destruye el fenómeno social”
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