(De la colección "arboles heridos")
No es
amor lo que habitualmente se nos muestra como amor, el llamado amor
romántico, eso con lo que se cocinan los sueños y las fantasías.
No es
amor lo que está presente en nuestra vida cotidiana y es el caldo de cultivo
con que se aliñan las películas, las novelas, las canciones, etc., etc., y nos
alimentan a diario con ellas. Todo eso es mentira.
Nos
engañan y nos hacen caer en la trampa porque lo estamos deseando. Y lo deseamos
porque carecemos de ello.
Ese falso
amor llamado amor romántico que deseamos, se basa en todas o en alguna de
nuestras carencias.
No somos
nosotros, no estamos realizados, estamos solos, somos inseguros, nos falta lo
esencial: nuestra propia vida, nuestro propio ser, nuestra realización personal,
sino todo, si algunas o bastantes de las causas que configuran esa
realización.
Y
entonces, por esa razón, creemos, como compensación, como proyección, creemos
que lo que nos falta está en el otro.
Y caemos
locos por buscar la llamada media naranja, el príncipe azul, o la princesa
donde creemos que yacen todos los sueños, todo lo que nuestra imaginación
sedienta llama felicidad, ese personaje idílico, abstracto, indefinido, bello,
perfecto que encarna nuestros deseos,
nuestra realización, nuestros sueños, nuestro mundo feliz, una
entidad abstracta desde luego, pero que es concretizada en una persona, la que
creemos nos va a proporcionar lo más alto que podamos imaginar, la felicidad y
tantas otras múltiples utopías irreales y fantásticas.
Lo descrito
hasta aquí, son considerados en general, amores patológicos, neuróticos o
narcisistas, frutos de nuestras carencias y por lo tanto de nuestros deseos, a
través de los cuales intentamos buscar nuestra propia realización en los demás.
Mezclado
o camuflado como sexo, pero mucho más que eso, e incluso algo distinto y más
profundo, casi vital, e inconsciente por supuesto. En definitiva, buscamos en
el otro lo que nos falta en nuestra raíz personal, aquello quizá que nos llegue
a definir como seres humanos. Por ello es un impulso tan grande que rige
nuestros anhelos y deseos y lo confundimos con amor y creemos que está en el
otro.
Eso que
nos falta y que buscamos en el otro no está en el otro, es una carencia vital
que yace en el fondo de nosotros.
El hecho
de que nos enamoremos de otra persona en sueños o en la vida real, caminando
por la calle o en otro lugar idóneo, simplemente porque nos ha sonreído, nos ha
mirado, o hemos interpretado un gesto dirigido hacia nosotros, es un equívoco, producto
de otro equívoco, una fábula, un engaño, una tergiversación, la manifestación
de unas carencias internas profundas, y por lo tanto, proyectamos en el otro
aquello que nos falta como si el otro fuera portador de ello.
Buscamos
en el otro lo que nos falta, por ello, cuando nos mira o sonríe, vemos en ello
su reconocimiento y admiración. Creemos en ello que el otro nos admira y
ama.
En
realidad, salimos a la calle buscando que alguien nos mire, y como hay muchos
que salen a la calle deseando que los miren, no es difícil que dos miradas que
buscan, se encuentren, y entonces creamos que estamos predestinados, y que
veamos en el otro, eso que estamos buscando sin descanso, eso que tanto nos
falta y tanto anhelamos.
Y el otro
que está buscando lo mismo por sus propias carencias también se lo cree, con lo
cual se establece una locura a dos, un “amour fou”.
En realidad,
lo que buscamos es la admiración, el reconocimiento, el aplauso, buscamos que
nos admiren, nos quieran, nos adulen, seamos reconocidos como alguien, y entonces, caemos perdidos en la
equivocación.
Cuando
dos personas caen en esto al mismo tiempo es que ambos necesitan la admiración
y el reconocimiento del otro porque ambos carecen de ello.
Y porque
carecen de ello lo buscan por doquier, desesperadamente, está presente en ellos
como la necesidad vital que es.
Por ello
ambos caen subyugados uno en el otro.
Y
entonces creen, que ambos estaban predestinados el uno para el otro. Que
el otro es el agua que le sacia y le colma la sed.
A continuación,
entran en un periodo de locura, en el que solo ven por los ojos del otro, y no
pueden estar solos sin el otro. Se le necesita de una manera vital. No pueden
vivir sin él.
Pero,
necesitar al otro no es amarle, es que él nos ame como una madre a su hijo del
alma.
Entonces decimos -y
podemos hacer- tonterías: - me muero sin ti, - no puedo vivir sin ti, - si
me dejas me mato -o te mato-.
Todo es
una necesidad del otro, de su admiración, no de amor. Estos son también
mecanismos, autoengaños, para seducir al otro para que no nos deje, para que
nos de todo. Hasta que nos cansemos y busquemos a otro.
Creemos
ilusos que nuestra realización está en el otro. Pero lo único que se busca es
la admiración, el aprecio, el reconocimiento, de la persona y del ser.
En
definitiva, buscamos al otro para que nos de la vida que no
tenemos. Para que nos de todo lo que nos falta.
No puede
amar quien le falta su realización personal.
Amar es
dar.
A quien le falta algo lo que hace es pedir, no
dar, no puede dar, y si parece que da, es solo una simulación, para engañar al
otro, para que el otro le dé eso que tanto le falta.
Eso es lo
contrario del amor, es narcisismo, egoísmo en los casos más pronunciados, pero
no es amor.
Alberoni:
“Enamoramiento y amor” – Nadie se enamora si está satisfecho al menos en parte,
de lo que tiene y de lo que es.” “La predisposición al enamoramiento es el
sentido profundo de no ser o de no tener nada que valga, es el sentido de la nulidad.
La inseguridad, la desvalorización, la fetichizacción
.
El que
nuestra vida cotidiana, y todas las historias contadas, las novelas, la
literatura, la canción, etc., se basen en los amores románticos, muestran y
explotan nuestras carencias de amor y realización.
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