sábado, 27 de enero de 2018

HISTORIA DEL AFECTO


“Educar-nos para la ternura 
–El tacto y el contacto corporal en las relaciones humanas”
Joaquín Benito Vallejo -  Ed. Corona Borealis



Los ejercicios sobre el contacto corporal despertaron en mi la necesidad de buscar razones científicas demostrativas de los beneficios del tacto y del contacto corporal, para exponerlas aunque solo fuera brevemente. 

Y por lo tanto rastrear su historia en el comportamiento de los animales.


Tengamos en cuenta:
lo que somos los humanos es fruto de la evolución de la vida y de las especies animales. 
No somos únicos. Gran parte de nuestros genes pertenecen también a los animales –sobre todo a los mamíferos-. 
Tenemos pequeñas diferencias de los animales, aunque muy importantes.
Nuestra esencia, lo que nos diferencia de los animales, es la consciencia y el razonamiento. 
Estás son cualidades emergentes desde las cualidades de los mamíferos, y más aún de los  antropoides.
Una cualidad emergente –en el pensamiento sistémico- significa que no estaba antes, pero sí que ha brotado de lo que había antes.
Repito: lo que somos los humanos nos viene en un 99 % de lo que eran los animales. 
Luego, no hay que escandalizarse al decir que las cualidades humanas proceden de los animales.

Con esta idea se puede rastrear en la evolución filogenética, los gérmenes de las cualidades humanas desde la comunicación, la sociabilidad,  el afecto y el amor.


 Si contacto corporal significa comunicación, nexo, unión...  Esta cualidad ya estaba en los animales, más aún en el principio de la vida, en aquello que dio nacimiento a la vida misma.


El contacto o conexión / comunicación existe desde el principio de la vida –es la ley básica de la vida-  incluso, puede decirse anterior a la vida –los elementos químicos se comunican y unen entre sí, dando lugar a otros elementos completamente distintos y con distintas cualidades-,  anteponiéndose a los requisitos de la vida.

Todos los seres vivos -desde el 1º ser unicelular- están en conexión consigo mismos y con el entorno que les rodea, porque esa conexión es imprescindible para vivir. 
Eso sí, es una conexión no consciente.
El ser vivo forma una unidad con el entorno. 
No puede vivir sin él. Aunque se distingan uno del otro. Sigue dándose la comunicación con el entorno, el cual han de explorar para vivir en él, adaptarse a sus condiciones, crear un hábitat o espacio y buscar alimento. 
Dentro de ese entorno está en comunicación no solo con los individuos de su misma especie, sino con otras  especies tanto animales como vegetales, que forman parte también del entorno y del ecosistema. 
Y a la vez que hay una conexión hacia afuera, se da otra conexión hacia adentro, en la que el individuo animal está en conexión con sus necesidades y apetencias.
Existe además una conexión natural biológica dentro del 

organismo mismo, -dentro de todo organismo viviente

entre sus sistemas, órganos, y funciones. Y dentro de cada 

órgano en sí también existe una comunicación. Y dentro de 

cada célula aislada, entre sus elementos -núcleo, 

citoplasma y membrana.- y sus correspondientes funciones -

nutrición, relación y reproducción-.

El contacto es así la 1º ley de vida de donde se van a derivar todas las demás:
Sociabilidad - convivencia - colaboración - empatía - altruismo - vínculo - afecto.

Desde el principio de la vida ya se da la sociabilidad. Los organismos unicelulares nacen unos de otros por división y viven en sociabilidad: agrupaciones, colonias, etc. pegados prácticamente unos con otros, aunque diferenciándose unos de otros.
Después, progresivamente van generándose los seres pluricelulares que dan lugar a organismos cuyas funciones son desarrolladas por órganos diferenciados. Y siguen viviendo en agrupaciones  comunitarias.
Individuo y medio ambiente, biología y sociedad, forman también una unidad desde el principio, marcada por la comunicación. De modo que el ser vivo solo puede desarrollarse en el centro de esos ámbitos, en contacto con ellos.

Dentro de las sociedades animales y de las distintas especies, se forman grupos y/o familias donde se establecen vínculos de cada individuo con su grupo o familia, sellados por unas pautas de comunicación y reconocimiento que les diferencia de  otros grupos y especies –es decir, cada individuo es reconocido dentro de su grupo, lo que evita que se disgregue, se pierda y de ese modo peligre su existencia. Luego, ahí ya encontramos una razón para vivir agrupados en sociedad: la protección, la pervivencia. Y de una forma más estrecha también se dan vínculos entre padres e hijos.

Estas pautas de reconocimiento son muy variadas, diferenciándose unos grupos de otros, por pequeños matices que solo cada grupo reconoce.  –aunque hay algunos individuos muy listos que son capaces de imitar esas pautas y de ese modo introducirse en otros grupos- las pautas pueden ser: un olor, un sonido, un tipo de movimiento o danza, un ritual, un color, una forma, una gestualidad, etc, etc.


Y dentro de cada grupo se van estableciendo de un modo natural –es decir, por la propia ley de evolución de la vidareglas- de convivencia que facilitan la realización de las distintas tareas para la pervivencia del grupo, –de modo similar a como dentro de un organismo,  hay diferentes órganos que ejecutan diferentes funciones para el bien común, que es el propio organismo. 
Estas tareas son: la construcción del hábitat, -colmena, nido, guarida, etc.- el cuidado y protección de las crías, la recogida de alimento, la defensa del grupo, etc., etc.
Para la realización de esas tareas se desempeñan distintos roles –unos individuos hacen una cosa, otros otra, siempre por el bien común.  Es decir se produce la colaboración En otras tareas, como el cuidado y la protección de las crías, la búsqueda de alimento, o la enseñanza de las creías, macho y hembra realizan la misma tarea o se la reparten entre ambos sin distinción.

Dentro del grupo se da la empatía y el altruismo, -unos pueden morir por otros-  se reconocen y sufren por el sufrimiento de otro –como se ha demostrado con ratones-.
Incluso se establecen reglas consideradas morales, por ejemplo, si un individuo se porta mal -es agresivo sin necesidad- es aislado.
La expresión de las emociones es variada. Las voces de los animales: bramidos, aullidos, gorjeos, cantos, etc., así los comportamientos, son diferentes según sientan o expresen miedo, alegría, celo, frustración, pidan mimos o pidan alimento. Y estas diferentes expresiones son reconocidas por sus congéneres, son formas de comunicación, y de solicitación.
Los animales se cobijan unos con otros, se huelen, se frotan, se lamen, se acicalan, se dan el alimento. Se generan otros reflejos para mantenerse unidos –como la prensión en los mamíferos, heredada por los humanos- para que las crías se agarren a las madres.
Los mamíferos lamen a sus crías al nacer, y la que no es lamida, muere o se queda en estado de infradesarrollo, Se ha comprobado que ratas, conejos, corderos… al ser acariciados tienen un mayor desarrollo cognitivo.
Howard demostró que los monos preferían estar con una madre de peluche antes que con otra – de alambre- que les alimentaba, -de ahí surgió la teoría de la personalidad llamada del apego o vínculo, elaborada por Baldwin.-  Spitz comprobó que los niños que no eran acariciados en el hospicio morían o quedaban  en un estado inferior de desarrollo. No es la caricia en sí, sino más bien la atención, lo importante.


Por todo ello se deduce que el amor humano –cualidad emergente- es resultado de estos comportamientos altruistas y colaboradores. De la sociabilidad, del contacto, del cuidado y protección de las crías, sobre todo, como dice Eibesfeld.




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